Ricardo Plantagenet, duque de York (I): Lord Protector de Inglaterra y Defensor del Reino



Entrada extraida del libroLos Plantagenet

Aunque la fecha que tradicionalmente se señala como el pistoletazo de salida de la guerra de las Rosas (de la que Ricardo Plantagenet fue principal protagonista) es la del 22 de mayo de 1455, en la que tuvo lugar la primera batalla de St. Albans, no resulta posible entender este conflicto dinástico sin conocer cómo fue depuesto del trono Ricardo II por Enrique IV Bolinbroke.
La coronación de Enrique IV supuso la subida al trono de los descendientes del tercer hijo de Eduardo III, Juan de Gante. Esta rama es conocida como casa de los Lancaster, aunque siguieron siendo parte de la dinastía de los Plantagenet como descendientes de Eduardo III.
Durante todo el reinado de Enrique IV, los descontentos con el mismo utilizaron como argumento recurrente para expresar su oposición al rey tanto las inusuales condiciones en que se produjo su subida al trono, como las oscuras circunstancias de la muerte de su predecesor Ricardo II. Los términos usurpador y asesino acompañaron en todo momento al nuevo monarca y los ojos de esos descontentos se volvían recurrentemente hacia los descendientes de los otros hijos de Eduardo III, especialmente los de su segundo hijo, Leonel de Amberes duque de Clarence, que llevaban el apellido Mortimer. Argumentaban que dado que Ricardo II había muerto sin descendencia y se había extinguido la línea del primer hijo de Eduardo III, la corona debería haber pasado a la línea hereditaria de Leonel de Amberes, su segundo hijo y no a la de su tercer vástago Juan de Gante.
Las aguas parecieron volver a su cauce después de la muerte en 1413 de Enrique IV. Su primogénito Enrique V estaba libre de las acusaciones que pesaban sobre su antecesor y se ganó una enorme popularidad tras su resonante victoria contra los franceses en Agincourt en el marco de la guerra de los Cien Años. Su prestigio aumentó cuando por el tratado de Troyes de 1419 se pactó su matrimonio con Catalina de Valois, hija del rey francés, designando además a la pareja como heredera de la corona francesa. El viejo sueño de los Plantagenet de unificar bajo su dominio los tronos de Inglaterra y Francia parecía consolidarse cuando Catalina de Valois dio a Enrique V un heredero en 1421.
Pero la prematura muerte de Enrique V en 1422 trastocó de manera dramática esos planes. La jefatura de familia de los descendientes del tercer hijo de Eduardo III, Juan de Gante, pasaba de estar representada por el flamante vencedor de Agincourt a manos de su hijo de solo un año, Enrique VI.
Mientras tanto, la descendencia de su segundo y su cuarto hijos, Leonel de Amberes, duque de Clarence, y Edmundo Langley, duque de York, se había unido en una sola con el matrimonio de dos descendientes de ambos, Anne Mortimer por parte de Clarence y Ricardo de Conisburgh, por parte de York. Desde 1415 el título de duque de York había pasado al hijo de ambos, el protagonista de nuestra entrada Ricardo Plantagenet.
Un factor complicaba aún más las cosas: Juan de Gante, aparte de varios matrimonio legítimos, había tenido tres hijos con su amante Catalina Swynford, que adoptaron el apellido Beaufort. Enrique IV dio validez a la unión de su padre con Swynford, liberando de este modo a sus hermanastros del estigma de bastardos. Sin embargo, se preocupó de dejar muy claro que dicha pátina de legitimidad no implicaba el reconocimiento de derecho alguno heredado sobre los títulos de su padre: ningún hombre apellidado Beaufort estaría jamás situado en la línea de sucesión al trono de Inglaterra.
Y, por si fuera poco, la viuda de Enrique V, Catalina de Valois, había conocido a su regreso a Inglaterra a un noble galés de nombre Owen Tudor con el que había tenidos hasta cinco hijos, hermanastros todos ellos de Enrique VI.
Un rey carismático y con prestigio ganado en el campo de batalla como Enrique V podría, no sin dificultades, haber manejado con mano de hierro a sus familiares de las casas de York, Lancaster y Beaufort así como a las familias de la alta nobleza como los Percy de Northumbria y los Neville de Salisbury y de Warwick y haberlos transformado en una formidable maquinaria en defensa de sus dominios a ambos lados del Canal de la Mancha.
Pero Enrique VI no era su padre. A medida que fue creciendo se demostró que había heredado una grave enfermedad mental de su abuelo francés; se trataba además de un hombre de débil personalidad, al que la avalancha de acontecimientos adversos en Francia y en Inglaterra sobrepasó. En esas circunstancias era cuestión de tiempo que alguien se planteara si el rey era apto para ceñir la corona y que se avivaran las ascuas no apagadas de las viejas rencillas entre las ramas de la familia Plantagenet.
En 1450 Ricardo Plantagenet, duque de York, se encontraba destinado en Irlanda cuando, alertado por sus partidarios de las noticias que llegaban desde Inglaterra sobre la desastrosa evolución de la guerra en Francia y de una rebelión iniciada en Kent por un tal Jack Cade, decidió regresar al país al frente de cinco mil hombres sin solicitar permiso del rey ni del Consejo. Enrique VI intentó tranquilizarle e incluso le permitió entrar a formar parte del Consejo real.
Pero el Consejo estaba dominado por Edmundo Beaufort, duque de Somerset, enemigo y rival del duque de York. Viendo que su presencia en el Consejo era simplemente decorativa, Ricardo instó a que uno de sus seguidores en el Parlamento presentase una moción exigiendo que se le nombrara heredero y que Somerset fuera expulsado del Consejo, que pasaría a dirigir él. El Parlamento no se dejó impresionar por la demostración de fuerza y desestimó todas sus pretensiones. Ante el rechazo de su postura, York se retiró a sus posesiones en el norte y se desentendió de los problemas del país.
En 1452 York cambió de planes y se dirigió nuevamente a Londres al mando de un imponente ejército con el fin de alertar de la existencia de un plan secreto del duque de Somerset para entregar Calais a los franceses. Acampó en Dartmoor donde una embajada de nobles escuchó su petición de que Somerset fuese depuesto y encarcelado. Volvieron poco después con la conformidad del monarca a su petición. York ordenó a su ejército que volviera a sus tierras, pero cuando fue llevado a la presencia real se encontró a Enrique VI junto a su esposa  Margarita de Anjou y el duque de Somerset. Engañado y humillado,  el orgulloso duque de York, fue obligado a entrar en la capital como un vulgar delincuente y prestar en la catedral de San Pablo un juramento de lealtad y obediencia al rey Enrique VI.
El año siguiente, 1453, fue complicado para Inglaterra. Aunque la reina quedó finalmente encinta, las noticias que llegaban de Francia eran invariablemente negativas; tras la batalla de Castillon, de lo que había sido un inmenso imperio continental de los Plantagenet solo Calais permanecía en manos inglesas. Y las cosas empeoraron cuando en agosto el rey sufrió un extraño ataque que le dejó incapacitado para hablar e incluso para caminar. Cuando en octubre nació su hijo, Enrique VI no pudo ni siquiera realizar la formal ceremonia de reconocimiento necesaria para que su vástago se convirtiera en su heredero.
Los miembros del Consejo Real volvieron sus ojos hacia Ricardo Plantagenet, pero sabían que no podrían contar con él si previamente no se deshacían del duque de Somerset que en todo caso nunca hubiera aceptado someterse a la nueva situación. Edmundo Beaufort fue arrestado y confinado en la Torre. Margarita de Anjou trató de oponerse a esta situación y exigió que se le permitiera gobernar de pleno derecho como representante de su esposo y de su hijo. Pretendía dirigir el tesoro, la cancillería, la justicia a los sheriffs y a todos los oficiales reales. También exigía una pensión anual para ella y su hijo.
El Consejo real se opuso frontalmente a la propuesta y unánimemente pidió a Ricardo Plantagenet que aceptara convertirse en lugarteniente del rey y líder de un grupo de nobles y eclesiásticos que, tras reiterar su obediencia y fidelidad a Enrique VI, tomaron las riendas del gobierno del país. Y el 3 de abril de 1454 York fue nombrado por el Parlamento Protector y Defensor del Reino y de la Iglesia, aunque dejó claro que lo hacía solo obligado por las circunstancias y por el tiempo estrictamente necesario.
Ricardo Plantagenet empezó rápidamente a tomar medidas para la defensa de Calais. Además, se rodeó de sus fieles para los más importantes cargos: sus cuñados Richard Neville, conde de Salisbury, y Thomas Bourchier fueron nombrados Lord Canciller y Arzobispo de Canterbury respectivamente. Puso también en marcha un plan para recuperar las maltrechas arcas públicas inglesas. La contemporánea Benet’s Chronicle señala que «durante un año él (York) gobernó todo el reino de Inglaterra muy noblemente y de la mejor manera».
Pero las cosas cambiaron cuando en la Navidad de 1454 Enrique VI recuperó la lucidez: se revocaron los nombramiento del duque de York como Protector y del conde de Salisbury como canciller. Somerset fue liberado de la Torre y nombrado nuevamente capitán de Calais. En pocos meses se deshizo todo lo que York había iniciado y York, Salisbury y Neville fueron convocados a un gran Consejo que se celebraría en Leicester el 21 de abril de 1455. Previendo que en el mismo se les pedirían cuentas de su actuación en el año anterior y que no saldrían bien parados, los citados empezaron a reclutar un ejército: la guerra de las Rosas estaba servida...y al papel de Ricardo Plantagenet en ella dedicaremos la segunda entrada de las dedicadas a él.
Fuentes| Matthew Lewis. The Wars of the Roses: The Key Players in the Struggle for Supremacy.Amberley Publishing, Stroud. 1ª edición (2015)
Matthew Lewis. Richard, Duke of York: King by Right.Amberley Publishing, Stroud. 1ª edición (2016)

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