Las otras invasiones de Inglaterra (III)

III.- 1399: Ricardo II contra Enrique IV Bolingbroke
Ricardo II subió al trono en 1377 cuando solo tenía diez años, sucediendo a su abuelo Eduardo III. El primogénito de este había muerto un año antes. Se trataba de Eduardo de Woodstock, conocido como el Príncipe Negro, que era un reputado militar, héroe de las batallas de Crecy y Poitiers en la guerra de los Cien Años y la esperanza de que tan celebrado caudillo liderara a Inglaterra se esfumó cuando en 1376 falleció de disentería (posiblemente contraída cuando combatió en España en la guerra civil por el trono de Castilla entre Pedro I y Enrique de Trastámara).
El reinado de Ricardo II no fue fácil. En 1381, cuando solo tenía catorce años tuvo que hacer frente a una revuelta popular conocida como The Peasant’s Revolt, que costó la vida a muchos nobles y altos prelados y en la que solo la sangre fría del niño rey le libró de ser depuesto o algo peor. El resto de su reinado sostuvo una dura pugna con los magnates del país, deseosos de convertirse en los gobernantes auténticos del reino, y con el Parlamento, en el que se acuñó el término impeachment para los procesos de destitución de los funcionarios reales que no cumplían debidamente sus funciones.
En 1386, entre preocupantes rumores de una invasión del país desde Francia (llegó incluso a producirse un tímido desembarco de una fuerza francesa en Inglaterra al mando de Jean de Vienne y dos expediciones preparadas el verano de ese año y en 1387 no llegaron a cruzar el Canal de la Mancha), se celebró una tumultuosa sesión del Parlamento en la que los Comunes rechazaron hablar de cualquier propuesta de nuevos impuestos para campañas en el continente hasta que una serie de funcionarios reales fueran depuestos de sus cargos por incompetentes y negligentes. El rey reaccionó con furia negándose siquiera a reunirse con los parlamentarios. Ante un intento de mediación del duque de Gloucester y el conde de Arundel, Ricardo II llegó a amenazar con pedir ayuda al rey de Francia contra los rebeldes en su propio país. Hizo falta recordarle lo sucedido con Eduardo II para que aceptara las reformas planteadas por el Parlamento, que suponían la remoción (impeachment) de alguno de sus principales aliados y el sometimiento de todas las decisiones de gobierno al criterio de un consejo de nueve miembros, lo que dejaba al rey como una figura casi tan decorativa como cuando subió al poder con diez años.
En diciembre de 1387 se encontró una exigencia del Parlamento personificado en cinco nobles a los que se conoció con el nombre de The Lords Apellant. Estos cinco nobles eran Thomas de Woodstock (tío del rey y duque de Gloucester), los condes de Arundel y Warwick, Thomas de Mowbray, conde de Nottingham y Enrique Bolingbroke (hijo de Juan de Gante y primo del rey).
El Parlamento tomó la decisión de expulsar y desposeer de sus cargos a los más leales consejeros del rey. Ricardo trató de oponerse militarmente a esta situación, pero ni los sheriffsde los condados ni los ciudadanos de Londres se mostraron dispuestos a facilitarle hombres, pues estaban con el Parlamento. Y cuando solicitó ayuda armada a uno de sus fieles llamado Robert de Vere, este se vio traicionado por sus propios hombres cuando se dirigía a Londres y fue interceptado por un ejército al mando de Bolingbroke. De Vere tuvo que huir a Francia solo y con gran riesgo de su vida.
En febrero de 1388, Ricardo vio impotente cómo una sesión del Parlamento conocida como «el parlamento despiadado» declaraba traidores y condenaba a muerte a cinco de sus más leales consejeros. Dos de ellos habían huido a Francia, pero dos de los condenados fueron ejecutados (uno de ellos se había distinguido como el juez que condenó a muerte a muchos de los líderes de The Peasant´s Revolt). Durante los meses siguientes, The Apellant continuaron representando al Parlamento y consiguiendo que este aprobara la condena a muerte de miembros de la casa del rey, de asesores reales e incluso de su viejo tutor y compañero de armas de su padre sirSimon Burley. Todos ellos fueron ejecutados en la brutal manera habitual, incluido Burley, a pesar de que tanto el rey como la reina (esta de rodillas) rogaron que le fuera perdonada la vida.
Después de 1388 Ricardo pareció aceptar la situación del reino, pero mientras ponía al mal tiempo buena cara iba desarrollando cada vez más en su interior sus ansias de venganza contra los que habían convertido su reinado en poco menos que simbólico.
En 1397 el Parlamento negó al rey los fondos para financiar una expedición punitiva del rey de Francia contra Milán. En la misma reunión uno de sus miembros representantes del clero, Thomas Haxey, presentó un escrito con varias quejas sobre los oficiales reales, los excesivos gastos de la casa real y el penoso estado de la frontera con Escocia. En uno de sus ataques de furia, Ricardo ordenó detenerlo y lo condenó a muerte acusándole de traición. Sólo su condición clerical hizo que se conmutara su sentencia por la de prisión.
[caption id="attachment_9577" align="alignnone" width="2048"]C6B68091-2EA1-49E0-9A42-169D9EBE0EBCThe Hollow Crown, basada en la obra de Shakespeare Ricardo II[/caption]
El rey iba ya tras presas mayores. Nunca había perdonado a los líderes de The Apellant y simplemente había esperado su momento. El 10 de julio de 1397 ordenó arrestar al conde de Warwick tras cenar con él en Londres y desde allí se dirigió con tropas leales al castillo de Pleshey, donde se encontraba el principal cabecilla del movimiento que había limitado sus poderes y terminado con sus favoritos, su tío el duque de Gloucester, que sin guardia que le defendiera fue hecho prisionero. El tercer principal opositor al rey en 1386, el conde de Arundel, se entregó a Ricardo, que repartió a sus tres cautivos entre Calais y las islas del Canal.
En el mes de septiembre de 1397 los asistentes a la reunión del Parlamento se encontraron al rey en un sitial superior y a trescientos de sus arqueros rodeando el lugar. Presidiendo la reunión se encontraba Juan de Gante. El canciller Stafford lanzó un discurso en el que resaltaba la supremacía del rey para gobernar a su gusto, a la vez que anunciaba una amnistía general, salvo para cincuenta personas a las que el rey nombraría. Pero Ricardo no pronunció ningún nombre. Se limitó a decir que aquel que pensara que el rey tenía algo de lo que perdonarle debía acercarse a él y solicitar su clemencia. En menos de un año quinientas personas pidieron perdón al rey, que se lo concedió. Acobardados, los parlamentarios aprobaron la derogación de todos los acuerdos del Parlamento de 1386 y del perdón que el mismo acordó para los miembros de The Lords Apellant.
Era hora de consumar su venganza. El conde de Arundel fue juzgado por el Parlamento, hallado culpable y ejecutado. Pero cuando llegó la hora del duque de Gloucester, se produjo una conmoción. El encargado de presentarlo ante el Parlamento, el conde de Nottingham, Thomas Mowbray, compareció con la noticia de que el duque había muerto en Calais. Mowbray traía una confesión escrita del duque reconociendo su traición y declarando que si Ricardo II no había sido depuesto en 1388 fue sólo porque los miembros de The Apellant no se pusieron de acuerdo sobre cuál de ellos debería ceñir la corona. Fue condenado a muerte con carácter póstumo. Las sospechas sobre que la muerte de Gloucester obedeció a órdenes de Ricardo se propagaron rápidamente. El conde de Warwick, entre lágrimas y súplicas, fue condenado al exilio de por vida y a la pérdida de todas sus posesiones.
Quedaban dos miembros de The Apellant cuya participación había sido menor y a los que el rey no sólo no castigó, sino que promocionó. El ya mencionado Thomas Mowbray fue nombrado duque de Norfolk y el hijo de Juan de Gante y primo del rey, Enrique Bolingbroke, obtuvo el nombramiento de duque de Hereford (seguramente esto era parte del precio que Juan de Gante había pedido para apoyar a Ricardo en este audaz golpe de mano). Otros nobles cercanos al monarca también obtuvieron importantes nombramientos.
Los hombres que habían causado tanta pérdida de autoridad al rey habían sido eliminados y Ricardo había recuperado el pleno ejercicio del poder, aunque más por miedo que por convencimiento (en palabras de John Gower, durante el mes de septiembre de 1397 «la brutalidad tomó el control por la fuerza de la espada»).
Tras su audaz movimiento de septiembre de 1397, el gobierno de Ricardo II se volvió cada vez más brutal y despiadado. Estaba arropado por una guardia pretoriana de arqueros de Cheshire que aprovechaban cada desplazamiento del rey para violar y asesinar impunemente, e ideaba cada vez más arbitrarias e ilegales maneras de recaudar impuestos entre sus súbditos: cartas que reclamaba préstamos en los que el nombre del destinatario se dejaba en blanco para ser rellenado por los oficiales reales al investigar qué ciudadanos tenían más posibles, o sentencias de expropiación con el nombre también en blanco.
El acontecimiento esencial para que Ricardo perdiera el trono y la vida se produjo a finales de 1397, cuando los dos personajes a los que más había promocionado en septiembre, Thomas Mowbray y Enrique Bolingbroke, se enzarzaron en una disputa verbal en la que ambos se acusaron de traición. La cuestión fue llevada al Parlamento sin que se alcanzase un veredicto y derivó en un duelo a muerte entre los dos, en una especie de juicio de Dios a celebrar en Coventry el 16 de septiembre de 1398. Ricardo se encontraba en una situación peliaguda. La victoria de Mowbray daría pábulo a los rumores sobre una traición y haría que se pudiera someter a escrutinio el papel del rey en la muerte del duque de Gloucester; la de Bolingbroke daría alas a este en la carrera sucesoria, ya que Ricardo no tenía heredero.
El rey decidió impedir en el último momento un duelo que en nada le podía favorecer y dictó sentencia desterrando a Mowbray de por vida y a Bolingbroke por diez años. Ricardo prometió a su primo que cuando muriera su padre sus representantes tomarían posesión de la herencia en nombre del propio Enrique y conservarían su herencia para él hasta su vuelta.
Bolingbroke se despidió del país (en Londres una multitud le aclamó, mientras en Oxfordshire se produjeron revueltas contra el rey) y embarcó hacia el exilio el 13 de octubre de 1398 en Dover, junto a un puñado de fieles caballeros y unos doscientos sirvientes que debieron retornar a Inglaterra en el plazo de una semana desde su desembarco en Calais. A partir de entonces, Enrique estaba solo en Francia, aunque pronto se trasladó a París donde se codeó con el rey y la más alta nobleza.
Sin embargo, cuando en febrero de 1399 falleció el padre de Bolingbroke Juan de Gante, decretó que el destierro de su primo fuese de por vida y que sus extensas propiedades pasasen a la Corona. Los defensores de Enrique Bolingbroke sostienen que a partir de ese momento (desheredado, calificado de traidor, separado de su familia y sin otro futuro que vagar de corte en corte por Europa vendiendo su espada) la única opción que le quedaba a Enrique era destronar a Ricardo II. Y más aún cuando el rey hizo público un nuevo testamento en el que, sin designar un heredero concreto (sí redactó un codicilo aparte insinuando que tal dignidad recaería en el duque de York) sí dejaba claro que quien quiera que le sucediese, debía comprometerse a respetar y ejecutar las sentencias dictadas por el rey.
Y en ese momento fue cuando Ricardo II cometió el terrible error que le costó el trono y la vida. El 1 de junio de 1399 embarcó hacia Irlanda para sofocar una pequeña rebelión, llevándose con él un ejército y a sus principales compañeros. Solo tomó como medida cautelar la de poner bajo custodia al hijo de Enrique Bolingbroke y a otros familiares de posibles descontentos.
Posiblemente confiaba en que el rey de Francia, en cuya corte estaba exiliado Enrique, no permitiría que este pusiera en peligro la paz con Inglaterra y el trono de su hija, pero Carlos VI, conocido como Carlos el Locosufría ataques en los que perdía la razón y, aprovechando que estaba en uno de esos períodos, Enrique solicitó y obtuvo permiso del duque de Orleans para volver a Inglaterra y reclamar sus derechos hereditarios (no se habló de hacerse con el trono). Junto a él se encontraban los también exiliados Thomas Arundel, arzobispo de Canterbury, y Thomas Fitzalan, cuyo padre el conde de Arundel había sido ejecutado por orden de Ricardo en la sesión del parlamento de 1397.
Enrique Bolingbroke, indignado por la sentencia que le privaba de su herencia y le impedía volver a Inglaterra, desembarcó el 4 de julio en Yorkshire con solo quince caballeros y unos trescientos soldados, una fuerza claramente insuficiente para conseguir tomar militarmente el país. Parece que su intención inicial era reclamar la herencia de su padre, pero la falta de resistencia a su avance al hallarse Ricardo en Irlanda, y el hecho de que se le fueran uniendo cada vez más fuerzas descontentas con el caprichoso gobierno del rey le llevaron a replantearse su objetivo. Sus aspiraciones al trono dieron un paso decisivo cuando el duque de York Edmundo de Langley, tío del rey y del propio Bolingbroke, se unió a su causa.
Ricardo volvió a Inglaterra, pero era demasiado tarde. Se refugió en el castillo galés de Conwy donde recibió la visita del conde de Northumbria, Henry Percy. Este le expuso los términos de Bolingbroke: se le citaba a comparecer por su propia voluntad en un parlamento presidido por su primo como «juez supremo» de Inglaterra y en el que sus cinco principales aliados serían juzgados por traición. Tras su habitual ataque de furia, a Ricardo no le quedó otro remedio que acompañar a Percy y reunirse con su primo en el castillo de Flint. Allí Enrique le comunicó que había regresado con el consentimiento de los Comunes para ayudarle a gobernar bien, porque en los últimos veintidós años no lo había hecho. Ricardo aceptó, se entregó formalmente a Bolingbroke y fue trasladado a la Torre de Londres.
En una reunión del Parlamento que tuvo lugar el 30 de septiembre, el arzobispo de York leyó una declaración del ausente Ricardo II por la que este hacía saber que había accedido a renunciar a la corona por no ser la persona adecuada para ceñirla. Se afirmaba que dicho documento fue firmado por el propio Ricardo ante testigos, aunque parece probable que fuera falsificado u obtenido bajo coacción. El arzobispo de Canterbury preguntó a los presentes si aceptaban esta declaración, a lo que todos contestaron que sí.
A continuación se leyó una lista de los errores cometidos por el rey durante su reinado, lista que ascendía a treinta y tres acusaciones muy graves. El mismo Parlamento nombró rey de Inglaterra a Bolingbroke, desde ese momento oficialmente Enrique IV.
Pero el depuesto rey era todavía una amenaza para el usurpador. Tras ser trasladado en secreto hasta el castillo de Pontefract, se produjo una rebelión en favor de Ricardo II en febrero de 1400. Enrique cortó por lo sano. Ricardo murió misteriosamente en su celda de Pontefract, posiblemente de inanición, ya que una parte esencial del plan era que su cuerpo sin vida fuese exhibido a lo largo de su camino a Londres para que no quedara duda a sus partidarios de que no tenían ninguna causa por la que luchar; y para eso era necesario que no hubiera signos de violencia en el cadáver del rey.
Fuente| Daniel Fernández de Lis: Los Plantagenet

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