Inglaterra (1388) cuando el «impeachment» afectaba a duques y marqueses
En estos días se lee y se escucha mucho sobre la posibilidad de que el presidente de Estados Unidos Donald Trump sea sometido a un proceso de destitución conocido con el nombre de impeachment. Sería el tercer máximo mandatario estadounidense en pasar por este trámite. Los dos anteriores, Andrew Jackson y Bill Clinton terminaron saliendo aisosos del proceso, mientras que Ricahard Nixon dimitió antes de que se formalizara su cese.
Como tantas otras instituciones y figuras legales de EE.UU., su procedencia se remota a la Inglaterra medieval, donde no solo se podía aplicar al máximo mandatario del país, sino a cualquier funcionario público. El primer caso de impeachment se produjo en 1376 y afectó a Lord Mortimer. Pero solo doce años después el segundo proceso fue mucho más significativo y famoso.
Gobernaba por entonces el país el joven rey Ricardo II. Había subido al trono con apenas diez años, a la muerte de su abuelo Eduardo III y debido a que un año antes había fallecido el heredero natural de la corona, Eduardo el Príncipe Negro, padre de Ricardo II. Con solo catorce años, el nuevo rey tuvo que poner toda la carne en el asador para conservar su trono, en la rebelión conocida como The Peasant´s Revolt, de la que traté en una entrada del blog.
Estos sucesos demostraron que a sus catorce años el rey había alcanzado la madurez y estaba en condiciones de dirigir el país sin dependencia de regentes, como había venido haciendo previamente, Ricardo se rodeó entonces de una corte de fieles en la que se entremezclaban compañeros de su misma edad, como John Beauchamp, Robert de Vere, conde de Oxford (y sobrino de su tutor sir Aubrey de Vere) o John Salisbury, con veteranos que habían servido a su abuelo y a su padre como sir Simon Burley y Michael de la Pole. Mientras tanto, disminuía la influencia de los hermanos de su padre Juan de Gante, duque de Lancaster, Edmundo Langley, conde de Lancaster y al que Ricardo nombró duque de York, y Thomas de Woodstock, duque de Gloucester.
Ricardo II concedió nuevos cargos a sus nobles; De la Pole fue nombrado duque de Suffolk y De Vere recibió el título de nueva creación de marqués de Dublín, que implicaba que de una tacada se colocaba por encima del resto de nobles del país. Después, el rey tomó el mando de un ejército de catorce mil hombres que se dirigió a Escocia. Pero los escoceses evitaron la batalla en campo abierto y quemaron todas las huertas para que el enorme ejército inglés no pudiera abastecerse. Ricardo II llegó hasta Edimburgo solo para darse cuenta de que sus hombres se morían de hambre y tuvo que dar media vuelta sin haber conseguido nada.
En 1386, entre preocupantes rumores de una invasión del país desde Francia, se celebró una tumultuosa sesión del Parlamento. Esta institución había ido evolucionando desde la primera convocatoria que recibió ese nombre (en 1236, en tiempos de Enrique III). A medida que iba avanzando el tiempo, el Parlamento había ido aumentando sus poderes durante los reinados de Eduardo I, Eduardo II (al que el Parlamento estuvo a punto de deponer, si no se hubiese visto forzado a abdicar) y Eduardo III. Cada vez era más necesaria la colaboración del Parlamento para aprobar leyes, recaudar impuestos o iniciar guerras. Pero hasta 1376, siempre que el Parlamento estimaba que un funcionario real no merecía tal cargo, era convenciendo por la fuerza al rey para que lo depusiera.
Pero en esa sesión de 1386 los Comunes rechazaron hablar de cualquier propuesta de nuevos impuestos para campañas en el continente hasta que una serie de funcionarios reales fueran depuestos de sus cargos por incompetentes y negligentes. El rey reaccionó con furia negándose siquiera a reunirse con los parlamentarios. Ante un intento de mediación del duque de Gloucester y el conde de Arundel, Ricardo II llegó a amenazar con pedir ayuda al rey de Francia contra los rebeldes en su propio país. Hizo falta recordarle lo sucedido con Eduardo II para que aceptara las reformas planteadas por el Parlamento, que suponían la remoción de alguno de sus principales aliados y el sometimiento de todas las decisiones de gobierno al criterio de un consejo de nueve miembros, lo que dejaba al rey como una figura casi tan decorativa como cuando subió al poder con diez años.
Ricardo II se pasó los meses siguientes al parlamento de 1386 viajando por el país con sus leales De la Pole y De Vere, y tratando de diseñar una estrategia para recuperar el poder efectivo. Encargó a varios jueces un dictamen jurídico que pretendía fundamentar la nulidad de lo acordado en el Parlamento y la consideración como traición de las acciones de los principales impulsores de los acuerdos tomados. Esta era una línea de actuación muy peligrosa. El delito de traición fue utilizado a la ligera durante el reinado de Eduardo II y causó multitud de ejecuciones, por lo que Eduardo III había limitado en 1351 la definición de este delito a los ataques o conspiraciones contra la vida del rey y su familia y consejeros.
Pero, a su vuelta a Londres en diciembre de 1387, lo que Ricardo II se encontró fue una exigencia del Parlamento personificado en cinco nobles a los que se conoció con el nombre de The Lords Apellant. Estos cinco nobles eran Thomas de Woodstock (tío del rey y duque de Gloucester), los condes de Arundel y Warwick, Thomas de Mowbray, conde de Nottingham y Enrique Bolingbroke (hijo de Juan de Gante y primo del rey).
El Parlamento tomó la decisión de expulsar y desposeer de sus cargos a sus más leales consejeros, especialmente De la Pole y De Vere. Este había cometido el error de divorciarse de su esposa, nieta de Eduardo III, para casarse con una dama de compañía de la reina. Fue el golpe definitivo para estar en el punto de mira de los Lords Apellant, pues dos de ellos (Thomas de Woodstock y Enrique Bolingbroke) eran también descendientes del citado rey. De hecho, Enrique Bolingbroke se encontraba con Ricardo en la Torre de Londres cuando estalló la rebelión popular de 1381 y se libró por muy poco de ser asesinado.
Ricardo trató de oponerse militarmente a esta situación, pero ni los sheriffs de los condados ni los ciudadanos de Londres se mostraron dispuestos a facilitarle hombres, pues estaban con el Parlamento. Y cuando solicitó ayuda armada a De Vere, este se vio traicionado por sus propios hombres cuando se dirigía a Londres y fue interceptado por un ejército al mando de Bolingbroke. Tuvo que huir a Francia solo y con gran riesgo de su vida.
En febrero de 1388, Ricardo vio impotente cómo una sesión del Parlamento, conocida como «el parlamento despiadado», iniciaba el proceso de impeachment, declaraba traidores y condenaba a muerte a cinco de sus más leales consejeros. De la Pole y De Vere habían huido a Francia, pero dos de los condenados fueron ejecutados (uno de ellos se había distinguido como el juez que condenó a muerte a muchos de los líderes de The Peasant´s Revolt). Durante los meses siguientes, The Apellant continuaron representando al Parlamento y consiguiendo que este aprobara la condena a muerte de miembros de la casa del rey, de asesores reales e incluso de su viejo tutor y compañero de armas de su padre sir Simon Burley. Todos ellos fueron ejecutados en la brutal manera habitual, incluido Burley, a pesar de que tanto el rey como la reina (esta de rodillas) rogaron que le fuera perdonada la vida.
Saciado el ansia de sangre de The Apellant y con el rey atado de pies y manos por el Parlamento, los siguientes años fueron de cierta tranquilidad para Inglaterra.
Después de 1388 Ricardo pareció aceptar la situación del reino. Volvió a traer a su lado a su tío Juan de Gante y, con su mediación, fue acordando la política de designación de cargos y de recaudación de impuestos con el Parlamento sin grandes sobresaltos hasta 1396. Ello a su vez provocó la mejora en el estado general de la economía inglesa durante esos años, así como un florecimiento de la arquitectura, la pintura y la literatura en el país. En 1394 Ricardo lideró una exitosa expedición a Irlanda (la más importante de un rey inglés desde Juan sin Tierra) y se alcanzó una tregua de veintiocho años con Francia, que incluía el compromiso de la hija del rey Carlos VI (Isabel, de siete años) con Ricardo, acompañada de una más que generosa dote.
Pero mientras ponía al mal tiempo buena cara y afrontaba algunas pérdidas personales como las de su primera esposa y la de su adorado Richard de Vere, Ricardo iba desarrollando cada vez más en su interior sus ansias de venganza contra los que habían convertido su reinado en poco menos que simbólico... pero esa es otra historia.
Imagen| Wikimedia Commons
Fuentes|
Dan Jones. Plantagenets, The Kings Who Made England. Ed. William Collins, Londres.1ª edición (2103)
Peter Ackroyd. A History of England Volume I (Foundations).Ed. McMillan, Londres. 1ª edición (2011)
Roy Strong. The Story of Britain.Ed. Pimlico, Londres. 1ª edición (1998)
Simon Schama. A History of Britain.BBC Worldwide Limited, Londres. 1ª edición, cuarta reimpresión (2000)
Derek Wilson. The Plantagenets, The Kings That Made Britain. Quercus Edition Ltd., Londres. Edición ebook (2014)
Peter Ackroyd. A History of England Volume I (Foundations).Ed. McMillan, Londres. 1ª edición (2011)
Roy Strong. The Story of Britain.Ed. Pimlico, Londres. 1ª edición (1998)
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