Cuando West Point era una juerga; el ‘motín del ponche’ (1826)

Cualquiera que hoy escuche hablar de la academia militar estadounidense de West Point identificará su nombre con el lugar del que han salido los más importantes militares del ejército del país y con un símbolo de la más estricta y dura disciplina militar.

Sin embargo no siempre fue así, como demuestra el incidente que da origen a esta entrada y que se produjo en West Point en 1826. La academia había sido fundada en 1802 y los criterios de selección de alumnos no eran al principio tan estrictos como ahora; por ejemplo, un aspirante a oficial podía incorporarse a la academia en cualquier momento y no al inicio de una promoción de futuros oficiales.

Otra de las costumbres de los primeros tiempos de West Point que chocarían hoy era la general admisión del consumo de alcohol por parte de los alumnos de la academia. Así, era tradición que los aspirantes a oficiales celebrasen las fiestas navideñas consumiendo grandes cantidades de ponche de huevo.

Pero en 1826 el nuevo superintendente de la escuela de oficiales, el coronel Sylvanus Thayer, decidió cortar por lo sano con estas relajadas costumbres y prohibió la compra, almacenamiento y consumo de alcohol en todo West Point. La nueva medida pareció funcionar hasta que llegó la Navidad.

Un grupo de cadetes, entre ellos el futuro presidente de la Confederación de Estados del Sur Jefferson Davis, decidió saltarse a la torera las normas impuestas por Thayer y celebrar la Navidad de la manera tradicional en la academia: consumiendo alcohol. Consiguieron introducir subrepticiamente varios barriles de whisky adquiridos en una taberna local y los dos oficiales de guardia no sospecharon nada cuando se retiraron a descansar a medianoche.

No fue hasta las cuatro de la mañana que el capitán Hitchcock fue alertado por el escándalo que provenía de los pisos inferiores de la residencia. Cuando fue a investigar encontró a seis cadetes en una habitación en claro estado de embriaguez y los envió a cada uno a su dormitorio, solo para volver a escuchar ruidos provenientes de otra estancia donde otros tres cadetes trataban torpemente de esconder sus caras para no ser reconocidos y se negaron a obedecer al oficial.

Tras una fuerte discusión y mientras Hitchcock dejaba la estancia, los cadetes, obnubilados por el alcohol empezaron a lanzar consignas a sus compañeros para que se armaran con pistolas y bayonetas y se dirigieran a buscar al capitán.

En un abrir y cerrar de ojos entre setenta y noventa cadetes la emprendieron a golpes con todo lo que se ponía a su alcance, ya fueran personas o muebles; también se escapó algún que otro disparo. La decisión de los oficiales de llamar a los miembros del ejército regular para controlar la situación consiguió todo lo contrario. La rivalidad entre cadetes y soldados regulares era muy enconada y los primeros se atrincheraron en sus barracones para protegerlos de los “invasores”.

Cuando llegó la mañana el barracón norte de la residencia estaba destrozado, las ventanas hechas añicos, las barandillas arrojadas por las escaleras y dos oficiales habían resultado heridos. Afortunadamente no hubo que lamentar ningún fallecimiento

Cuando los ánimos se calmaron, el coronel Thayer se enfrentaba a una difícil decisión; castigar debidamente el “motín del ponche” (como pronto fue conocido) suponía expulsar a la tercera parte de los cadetes de la academia y cargar a la misma con una fama de institución indisciplinada e indigna de confianza para formar oficiales del ejército de los Estados Unidos. Por ello, optó por centrarse en sancionar a los principales cabecillas de la fiesta navideña y el número de expedientados se limitó a diecinueve, de los cuales solo once fueron expulsados. También fueron demolidos los edificios que habían resultado más dañados durante el motín.

A pesar de ser uno de los instigadores de la juerga alcohólica, Jefferson Davis se libró del castigo y tanto él como Robert E. Lee (que también era cadete en ese momento) acudieron a testificar en favor de varios de sus compañeros en las investigaciones posteriores.

Cuando los edificios derruidos fueron reconstruidos en 1840 se hizo de manera que los accesos de una estancia a otra fueran más complicados y se necesitase salir del edificio, de manera que fuese más difícil desplazarse inadvertidamente por la residencia. También, aunque se acabó permitiendo el consumo de alcohol en fechas señaladas, se reguló la cantidad de bebida que estaba permitido introducir.

En años posteriores muchos famosos militares del ejército estadounidense pasaron por West Point, algunos con más pena que gloria ... pero esa es otra historia.

Fuente| Mental Floss


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