La muerte de Arturo de Bretaña



Posiblemente el nombre de Arturo de Bretaña no resulte familiar para la mayoría de lectores del blog. Sin embargo seguro que resultan mucho más conocidas las figuras de sus abuelos Leonor de Aquitania y Enrique II de Inglaterra y de sus tíos Ricardo Corazón de León y Juan sin Tierra . Precisamente este último tuvo mucho que ver, y no precisamente para bien, con el breve pero importante significativo jugado por Arturo de Bretaña en la historia. De hecho, aquellos que califican a Juan sin Tierra como el peor monarca inglés, se basan entre otros hechos, en lo sucedido entre Juan y su sobrino Arturo.
Arturo de Bretaña nació en 1187. Era hijo póstumo de Godofredo de Anjou, uno de los descendientes del matrimonio entre Enrique de Anjou (rey de Inglaterra, duque de Normandía y de Anjou y conquistador de la Bretaña francesa) y de Leonor de Aquitania. Todavía en vida en 1169, Enrique de Anjou decidió cómo repartir sus dominios a su muerte entre los hijos supervivientes de su matrimonio con Leonor (el primogénito Guillermo había fallecido años antes): Inglaterra, Normandía y Anjou (adquiridos por él a su vez en herencia) serían para su hijo mayor Enrique; Aquitania (adquirida por su matrimonio con Leonor) para su segundo hijo, Ricardo, futuro Corazón de León; Bretaña, que Enrique había conquistado en 1166 sería para su tercer hijo, Godofredo. Su hijo más pequeño, Juan, quedaba en principio excluido de esta herencia; de ahí el sobrenombre de Lackland (sin Tierra) con el que ha pasado a la Historia.
No es objeto de esta entrada tratar los avatares del reinado de Enrique y de Ricardo Corazón de León (ver las entradas del blog dedicadas a ellos). Baste decir que a la muerte de este último, en 1199, el único hijo superviviente del matrimonio entre Enrique de Anjou y Leonor de Aquitania era aquel que parecía destinado a no heredar ninguna de las posesiones de sus padres y que al final acabaría teniéndolas todas: Juan sin Tierra.
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Juan sin Tierra
Para Juan existía sin embargo una amenaza que podía poner en discusión sus derechos hereditarios a la muerte de su hermano: el hijo de su otro hermano mayor Godofredo, Arturo de Bretaña. El temor de Juan obedecía a dos motivos.
En primer lugar, durante el largo periplo de Ricardo en las cruzadas, este había llegado a designar heredero a su sobrino Arturo, aunque parece que lo hizo más como una medida para conseguir para el entonces niño de apenas tres años una ventajosa alianza matrimonial tras la conquista de Chipre por parte de Ricardo y como una advertencia hacia Juan por su intento de hacerse con Inglaterra durante la ausencia de su hermano.
En segundo lugar, Juan temía que en el caso de tener que hacer frente a una rebelión de los nobles de sus dominios, el joven Arturo podría ser utilizado como cabeza de dicho movimiento para deponer a Juan. En esto hay que reconocer que no le faltaba razón, porque cuando al final de su reinado Juan sin Tierra tuvo efectivamente que hacer frente a una abierta rebelión de sus nobles, estos llegaron a pedir auxilio para hacerse con el control de Inglaterra a un ejército francés dirigido por el hijo del rey de Francia que llegó a invadir las islas ... pero esa es otra historia.
En 1196, a su vuelta de las cruzadas, Ricardo acometió la tarea de recuperar las posesiones en el continente que habían sido ocupadas por el rey de Francia Felipe Augusto aprovechando su estancia en Tierra Santa y su cautiverio posterior. Entre los lugares atacados se encontraba Bretaña. Ricardo intentó hacerse con la custodia del joven Arturo, por entonces ya duque de Bretaña; pero este había sido puesto por su madre y los nobles bretones bajo la custodia del rey de Francia. Ricardo no tenía intención de nombrar heredero a un adolescente que se encontraba bajo la influencia de su peor enemigo. Este hecho, junto con los constantes esfuerzos de su madre Leonor de Aquitania, fue decisivo para que Ricardo designara como heredero a su hermano Juan y no a su sobrino Arturo.
Tras el fallecimiento de Ricardo en 1199, salvo Bretaña, Anjou, Maine y Tourine, cuyos nobles juraron obediencia a Arturo como su señor, el resto de posesiones de Ricardo se puso (no sin dificultades) de parte de Juan sin Tierra. Se trataba en realidad de elegir entre un mal menor; el poco popular pero adulto e independiente Juan o el joven e inexperto Arturo, apoyado por el rey de Francia.
Pero Juan no se olvidó en ningún momento de la amenaza que suponía su sobrino, tanto en sus posesiones continentales (sobre todo por el apoyo del siempre intrigante Felipe Augusto de Francia) como en las del otro lado del Canal de la Mancha. Arturo, por su parte, podía ser joven pero no era tonto y estaba bien aconsejado (sobre todo por su madre, Constanza). Ya en 1199 y después de firmar un acuerdo de paz con su tío en Le Mans acabó sospechando de las intenciones de Juan y huyó de la plaza hacia Angers.
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Felipe Augusto de Francia
Cuando Arturo cumplió dieciséis años, fue armado caballero por Felipe Augusto y prometido a una de sus hijas, lo que suponía un reconocimiento a su mayoría de edad y su disposición a luchar por su herencia. Felipe puso a su disposición una fuerza de doscientos hombres y Arturo se unió a ellos en Tours, desde donde trataron de hacer prisionera a Leonor de Aquitania, que se refugió en el castillo de Mirabeau y tuvo tiempo de enviar un mensajero informando a Juan, que se encontraba en Le Mans. Juan acudió rápidamente en auxilio de su madre y sorprendió a las fuerzas de Arturo, que fue hecho prisionero el 1 de agosto de 1202.
Arturo fue encarcelado en Falaise, mientras el resto de su ejército era distribuido por otras fortalezas tanto en Francia como en Inglaterra, no sin antes ser atados y encadenados y sufrir humillaciones por cada población por la que pasaban. Esta cruel forma de trato y el lamentable estado en que se encontraban los prisioneros creaban pocas esperanzas sobre el futuro que les esperaba a manos de Juan sin Tierra, especialmente en el caso de Arturo de Bretaña.
A finales del año 1202 los principales nobles de Bretaña y Anjou se levantaron en armas contra Juan, ante la negativa de este de poner en libertad a su sobrino y los rumores sobre que había mandado ejecutarlo. El efecto que consiguieron fue precisamente el contrario. Aunque evidentemente no existe evidencia por escrito al respecto, las fuentes contemporáneas apuntan a que Juan dio orden primero de cegar y castrar a Arturo en su prisión; aunque finalmente dicha orden no fue llevada a cabo, sí llegó a conocimiento de Arturo. Por eso, cuando en enero de 1203 Juan se desplazó a Falaise y ofreció la libertad a su sobrino a cambio de jurarle fidelidad, apartarse de Felipe de Francia y ordenar a sus súbditos que pusieran fin a la revuelta en Bretaña, Arturo se negó airadamente y reclamó sus derechos hereditarios, amenazando a su tío con no darle un momento de paz. En contestación a ello, Juan ordenó que varios de los seguidores de Arturo que había hecho prisioneros fueran trasladados a prisiones inglesas y que allí se les dejase morir de hambre.
Esto hizo que la rebelión en las posesiones francesas de Juan se generalizara y fue lo que decidió la suerte de Arturo, pues Juan decidió poner fin a la rebelión asesinando a su sobrino. Las versiones sobre cómo se llevó a cabo la muerte de Arturo difieren, desde algunos que sugieren que Juan lo asesinó con sus propias manos y lanzó su cadáver a un río hasta otros que señalan a alguno de sus súbditos, William de Briouze o Peter de Maulay, como responsable del crimen.
Fuese quien fuese la mano ejecutora, lo cierto es que el responsable de la orden de matar al joven duque de Bretaña procedió sin ninguna duda de Juan sin Tierra. Matar a otro hombre en el campo de batalla era una cosa; asesinar a sangre fría a un sobrino de dieciséis años al que podía haber mantenido simplemente preso bajo su custodia para atajar la amenaza que pudiera suponer, era otra cosa muy diferente. En abril de 1203 ya era pública y notoria la noticia de que Arturo había muerto y que el responsable de su muerte era su tío Juan. Este hecho sería desde entonces utilizado a lo largo de la Historia por los detractores de Juan sin Tierra como uno de los más reprochables de su denostado mandato.
Fuente|Marc Morris: King John: treachery, tirany and the road to Magna Carta.
King John murders Arthur I prince of Brittany



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