La boda “secreta” de Enrique VIII y Ana Bolena.


Leo en diversas páginas y cuentas de las redes sociales dedicadas a reseñar efemérides de hechos históricos que el 25 de enero de 1533 Enrique VIII y Ana Bolena se casaron en secreto.
Esta afirmación, sin embargo, debe ser matizada. El acto celebrado el 25 de enero de 1533 no fue una “boda secreta" en el sentido de que ambos contendientes contrajeran matrimonio en una ceremonia celebrada a escondidas y que, como su nombre indica, permaneciese “en secreto” salvo para los contrayentes, el celebrante y los testigos de la misma. El término más correcto a utilizar es que el acto realizado el 25 de enero de 1533 fue una unión “testimonial” de ambos contrayentes, sin validez legal en ese momento, pero que no fue celebrada en secreto.
Enrique VIII y Ana Bolena habían realizado en 1532 un viaje juntos a Francia. Enrique había nombrado a Ana marquesa de Pembroke (un título que nunca antes se había concedido a una mujer en Inglaterra) y le había regalado diversas joyas que pertenecían a la legítima reina, Catalina de Aragón. Enrique llevaba años tratando de que el papa le concediera el divorcio de la hija de los Reyes Católicos para poder casarse con Ana, alegando que ella había estado casada previamente con su fallecido hermano Arturo Tudor y que un precepto de la Biblia prohíbe a un hombre casarse con la viuda de su hermano.
Catalina se oponía a las pretensiones de divorcio de Enrique y fundamentaba su causa en el hecho de que su matrimonio con Arturo nunca se llegó a consumar. Contaba con el apoyo de su sobrino, el emperador Carlos I de España y V de Alemania y del propio papa, más basado en razones políticas que religiosas, la verdad sea dicha.
Volviendo al viaje que Enrique VIII y Ana realizaron a Francia en 1532, la pareja se encontró con el rechazo hacia ella tanto de los ciudadanos ingleses cuyas localidades atravesaban, como especialmente de la nobleza francesa que se negó a recibir a Ana mientras Enrique negociaba una alianza con el rey de Francia Francisco I. La propia hermana de Enrique VIII, María Tudor, que residía en Francia se negó a recibir a Ana. Bolena debió permanecer en Calais durante toda la estancia de Enrique VIII en Francia.
Es posible que en el mes de diciembre de 1532, antes de regresar a Inglaterra la pareja contrajese efectivamente un matrimonio secreto, porque nueve meses después Ana daría a luz a su hija la futura Isabel I, por lo que es evidente que ambos mantuvieron relaciones sexuales. Ello daría sentido a una ceremonia secreta, que pudiera dar a Enrique la legitimidad para un posible descendiente y que llevara a Ana a consentir en tener relaciones sexuales con Enrique, a lo que hasta entonces se había negado. Aunque hay quien asegura que esta ceremonia se llevó a cabo, no existen evidencias al respecto por lo que en este caso, sí que nos encontraríamos ante una boda secreta.
Sin embargo, la ceremonia llevada a cabo el 25 de enero de 1533 fue un acto formal que tuvo lugar en el gran salón del Palacio de Whitehall y fue oficiada por el capellán del rey, lo que no tendría mucho sentido si la intención hubieses sido mantenerla en secreto. Además poco después todos los religiosos de la corte comenzaron a incluir en sus rezos las plegarias por “la reina Ana” y se ordenó a Catalina de Aragón que dejase de utilizar el título de reina.
Hubo que esperar a que la ruptura entre la iglesia anglicana y el papado de Roma fuese oficial para que el nuevo arzobispo de Canterbury Thomas Cranmer consumase la validez de la unión del rey con Ana Bolena. Tras declarar inválido el matrimonio entre Enrique y Catalina, una reunión de los principales miembros de la nueva iglesia anglicana celebrada en Dunstable el 23 de mayo de 1533 declaró el matrimonio “secreto” celebrado el 25 de enero en Whitehall como plenamente legal. Ocho días después, el 31 de mayo, Ana Bolena era coronada en Westminster como reina de Inglaterra sin que fuese necesaria la celebración de un nuevo matrimonio entre ella y el rey.

Evidentemente ni el papa ni Catalina de Aragón ni muchos ingleses, fieles a su fe católica y al cariño que la española se había ganado en Inglaterra, aceptaron de buena gana esta nueva situación... pero esa es otra historia. De ella hablamos en su día en otras entradas del blog como la dedicada a la rebelión católica conocida como The Pilgrimage of Grace (1536).
Fuente| Peter Ackroyd: The History of England. Volume II: Tudors.

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