El campeón olímpico que se convirtió en guerrero sioux.


Juegos Olímpicos de Tokio 1964. La final de los 10.000 metros lisos se presenta como una apasionante lucha entre el defensor del título conquistado en Roma 1960, el soviético Pyotr Bolotnikov y el poseedor del récord del mundo, el australiano Ronald Clarke. Como posible sorpresa se apunta la del campeón olímpico de los 5.000 metros el neozelandés Murray Halberg.
El australiano Clarke no quiere sorpresas y a partir de mitad de carrera empieza a imponer un altísimo ritmo que sus dos principales rivales no pueden seguir, como tampoco puede hacerlo el ídolo local Kokichi Tsuburaya. Sin embargo, dos atletas consiguen aguantar el tirón de Clarke. Son el tunecino Mohammed Gammoudi y el estadounidense Billy Mills, segundo en las pruebas de clasificación de su país.
El australiano se siente seguro de su victoria porque su récord del mundo es de 28 minutos y 15 segundos y ninguno de sus dos rivales ha bajado nunca de los 29 minutos. Pero Clarke no consigue distanciar a sus competidores y los tres atletas siguen juntos hasta llegar a una caótica e histórica última vuelta.
Durante los cuatrocientos metros finales la aceleración de los tres líderes de la carrera se ve dificultada por numerosos obstáculos consistentes en atletas doblados que no ceden el paso a los primeros y que se interponen en su camino a la meta. En un momento dado, Clarke se ve cerrado entre un doblado y Mills y empuja a este para abrirse camino, mandando al americano a las calles exteriores . El hueco entre ambos es aprovechado por el tunecino Gammoudi  para colarse entre los dos y ganar unos metros de ventaja que parecen decisivos. Sin embargo, Clarke recupera la distancia perdida y al llegar a la recta final se encuentra en disposición de ganar el título.
Cuanto todo indica que el título se va a disputar al sprint entre el tunecino y el australiano, Billy Mills se recupera del empujón sufrido y de haberse visto desplazado lejos de la cuerda y con un esfuerzo final que impresiona a todos los asistentes y en el que tiene que adelantar a más doblados, consigue  superar y sus rivales y hacerse con el oro con un tiempo de 28 minutos y 24 segundos. No solo mejora en 46 segundos su marca anterior, sino que bate el récord olímpico de la distancia.El tunecino Gammoudi logra la medalla de plata, mientras que el gran favorito Clarke se tiene que conformar con el tercer puesto. Mills es rodeado por un grupo de jueces japoneses y conducido al podio para recibir su medalla de oro.
Ignorado por los periodistas norteamericanos durante las dos primeras semanas de los Juegos, Mills es ahora objeto de la atención por un enjambre de representantes de los medios de comunicación de su país que quieren conocer todos los detalles de la vida de su hasta entonces desconocido compatriota. Grande es la sorpresa cuando Mills declara que su sangre es mitad sioux y que nació en Pine Rige (Dakota del Sur), donde existía una vieja reserva de los oglala. Había quedado huérfano a los doce años y se había educado en una escuela para nativos de las tribus americanas en Kansas. Había empezado a correr para prepararse para el boxeo pero acabó decidiéndose por el atletismo, que practicó en la Universidad de Kansas y en su paso por los marines.
En 1965 Mills demostró que su victoria no había sido flor de un día al batir el récord mundial de los 10.000 metros de Clarke. Pero ese año se produjo otro acontecimiento en su vida más importante que todas sus marcas e incluso que la medalla de oro olímpica. En una ceremonia presidida por el consejo de ancianos de la tribu de los sioux oglala,Mills recibió un anillo; no se trataba de un anillo cualquiera, sino que había sido fabricado con oro procedente de las Colinas Negras de Dakota, territorio considerado como sagrado desde hacía cientos de años para los sioux. Además, se le concedió la condición de guerrero de la tribu, que hasta entonces le había sido denegada por su condición de mestizo. Se le puso como nombre Makoce Teh’la ( El que Ama a su País). En ese momento declaró que cuando llegó a la meta en Tokio uno de los comisarios de carrera le preguntó ¿quién es usted?, a lo que Mills contestó: alguien que pronto será un guerrero.
Un último sueño en la vida de Billy Mills se cumplió veinte años después de su victoria olímpica. Cuando llegó a la meta en 1964 había todavía varios atletas doblados que no habían finalizado la prueba, por lo que Mills no pudo dar la tradicional vuelta de honor al estadio reservada a los vencedores de las carreras olímpicas. En 1984, acompañado de su mujer y un equipo de filmación, viajó a Tokio, visitó el estadio olímpico y pudo dar la vuelta de honor acompañado de los aplausos de su esposa. Mills no pudo evitar las lágrimas.
Este vídeo contiene un resumen de la final ganada por Mills donde se puede observar la extraordinaria última vuelta.
La película Running Brave cuenta la historia de la vida de Billy Mills.
Fuente| David Wallechinsky The Complete Book of the Olympics.

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