La batalla de Wakefield, duro revés para la casa de York en la Guerra de las Rosas.

Abadía de St. Albans, escenario de una de las principales batallas de la Guerra de las Rosas

Inglaterra, 1460. El país se halla dividido por una guerra dinástica entre dos de las familias descendientes de Eduardo III. Ambas ramas pertenecen a la dinastía de los Plantagenet.

La casa de los Lancaster gobierna en el país desde el acceso al trono de Enrique IV Bolimbroke en un oscuro episodio por el que usurpa la corona que correspondía a su primo Ricardo II. Ricardo II es hijo de Eduardo el Príncipe Negro. Enrique IV es hijo del hermano del Príncipe Negro, Juan de Gante, duque de Lancaster. Pero el Príncipe Negro tenía otro hermano, Edmundo, cabeza de la casa de York.

A Enrique IV le sucede su hijo Enrique V, héroe de Agincourt. Y a su muerte la corona pasa a su hijo Enrique VI, débil y mentalmente enfermo.

La recaída de Enrique de su enfermedad mental en 1453 hace necesario designar un consejo real, que lidera otro Plantagenet, Ricardo duque de York y nieto de Edmundo. Los York se consideran con tanto derecho a la corona inglesa como los Lancaster. Por ello, cuando en 1455 Enrique se recupera de su enfermedad mental y reclama la presencia de Ricardo de York para rendir cuentas de su regencia, éste se niega dando así comienzo a la posteriormente llamada Guerra de las Rosas, en referencia a la rosa blanca símbolo de los York y a la rosa roja de los Lancaster.

En 1455 Ricardo de York derrota a Enrique VI en la batalla de St. Albans; como resultado de esta derrota Enrique se ve forzado a reconocer como su heredero al trono a Ricardo de York. Pero la mujer de Enrique, Margarita de Anjou, no acepta este acuerdo porque elimina los derechos dinásticos de su hijo Eduardo. Margarita huye a Escocia donde organiza la resistencia contra Ricardo de York.

El momento decisivo de esta contienda tiene lugar el 30 de diciembre de 1460 en Wakefield. Un ejército lancasteriano se aproxima a Sandal Castle, donde se encuentra Ricardo de York. La superioridad numérica de los de la casa de Lancaster es abrumadora, pero si Ricardo hubiese permanecido en el castillo a la espera de refuerzos, hubiese podido aguantar. No están muy claros los motivos por los que Ricardo de York decidió realizar una salida y enfrentar a los Lancaster, pero la decisión se demostró como trágicamente errónea para el duque. Sus fuerzas fueron masacradas y él, su hijo Edmund y su principal soporte, el conde de Salisbury, fueron ejecutados. No sin antes de colocar a Ricardo una corona de papel para burlarse de sus pretensiones a lucir la corona inglesa.

La causa de la casa de York sufrió un duro golpe, pero fue retomada por los hijos de Ricardo de York, Eduardo IV, y del conde de Salisbury, el conde de Warwick, The Kingmaker.

Pero esa es otra historia.



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