El Complot de la Pólvora (III): ¿conspiración anglicana para desactivar a los católicos?

Robert Cecil, principal consejero de Jacobo I y sospechoso de instigar el complot




En entradas anteriores del blog hemos hablado del "Complot de la Pólvora" (1605), por el que un grupo de católicos ingleses intentó volar el Parlamento de su país para asesinar al rey Jacobo I y su gobierno y sustituirlo por un gobierno católico (ver "El Complot de la Pólvora" y "El Complot de la Pólvora (II)" ).

En los anteriores artículos dejábamos abierta la pregunta sobre la posibilidad de que detrás de los conspiradores católicos se encontrase una trama orquestada por el círculo de gobierno cercano a Jacobo I, y más concretamente su principal consejero Robert Cecil, conde de Salisbury.

Quienes sostienen esta teoría señalan que no se trata tanto de que el origen del complot fuera auspiciado por el propio Cecil, como que este tuvo conocimiento de la conspiración orquestada por un grupo de católicos y decidió utilizarla en provecho propio. En defensa de esta teoría se apuntan los siguientes argumentos:

- La posición de Robert Cecil como consejero real que había sido indiscutible durante el reinado de Isabel I estaba bastante más en duda cuando accedió al trono Jacobo I, monarca muy experimentado y poco necesitado de consejo (de hecho Jacobo ya llevaba años gobernando como rey de Escocia con el nombre de Jacobo VI). Uno de los puntos de mayor discrepancia entre ambos es que Jacobo no estaba de acuerdo con la amenaza que según Cecil suponían los católicos (y también los puritanos en el otro extremo religioso) para la estabilidad del reino y de la religión anglicana.

- Alguna de las actividades realizadas por los conspiradores (como el alquiler de una casa justo debajo de la sede del Parlamento y la adquisición de ingentes cantidades de pólvora) hubiese resultado imposible llevarla a efecto sin el conocimiento de las autoridades, sobre todo si se trataba de actividades llevadas a cabo por un grupo de notorios católicos, que tenían prohibido el acceso a diversas profesiones y actividades comerciales; además la adquisición de pólvora estaba vedada a los particulares por aquella época.

- Estaba también el sospechoso asunto de la carta recibida por Lord Monteagle a la que hacíamos referencia en el primer post dedicado a este asunto; uno de los conspiradores, Francis Tresham, pariente del parlamentario Lord Monteagle supuestamente le envió una carta advirtiéndole para que no asistiera al Parlamento en la sesión del día 5 de noviembre de 1605. Oportunamente, Monteagle pidió que la carta le fuera leída en voz alta por su sirviente; según los defensores de la tesis conspiratoria, tan inusual resultaba que Monteagle no leyese la carta en privado como que el sirviente en cuestión supiese leer. Además, Francis Tresham no fue encarcelado y juzgado junto al resto de los conspiradores, sino que fue aislado en la cárcel y murió antes de ir a juicio. Parece que alguien estaba interesado en silenciar a un testigo incómodo.

- Según la tesis oficial, tras recibirse la carta de Tresham a Monteagle, que rápidamente se la hizo llegar a Robert Cecil, se aumentaron las medidas de seguridad junto al Parlamento y ello llevó al descubrimiento del escondite de la pólvora el 4 de noviembre cuando Guy Fawkes se disponía a prender la mecha destinada a volar por los aires el edificio parlamentario. Sin embargo, parece poco creíble que los servicios de seguridad de Jacobo I (monarca especialmente obsesionado con la posibilidad de sufrir un secuestro o un atentado) no hubiesen detectado el movimiento necesario para transportar hasta 36 barriles de pólvora al sótano de una casa situada bajo el Parlamento. También parece extraño el "milagroso" encuentro casual de una patrulla con Guy Fawkes cuando este se dirigía ya a poner en marcha el infierno. Apuntan los "conspiracionistas" que Robert Cecil prefirió dejar que la conspiración que conocía desde casi el principio se desarrollase hasta el final (salvo la explosión de la carga de pólvora) para así poner a Jacobo I ante los hechos consumados y conseguir que el monarca viese a los católicos como el riesgo para el reino que Cecil quería hacerle notar.

El libro escrito por Antonia Fraser sobre el complot citado en el primer post que le dedicamos puede servir a los interesados para formarse una opinión propia al respecto, así como el artículo sobre el asunto en la web History is Now Magazine. Fuera como fuese, el caso es que al descubrirse y desbaratarse el "Complot de la Pólvora", los católicos ingleses fueron señalados como enemigos del reino y perjudicados en sus derechos durante siglos (ver el segundo artículo de la serie, dedicado a los "daños colaterales" del complot).


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