¿Se convirtió Inglaterra en anglicana de la noche a la mañana?: "The Pilgrimage of grace" (1536)

Imagen de The Pilgrimage of Grace y sus principales líderes
Es bien conocida la historia de la pasión de Enrique VIII por Ana Bolena que le llevó a repudiar a su esposa Catalina de Aragón, hasta el punto de romper con la iglesia de Roma y proclamarse cabeza de la recién creada iglesia anglicana para poder divorciarse de Catalina y casarse con Ana; sin embargo, existen dos cuestiones que es inevitable plantearse a este respecto: ¿fue posible crear de la noche a la mañana un movimiento religioso que diera apoyo a la pretensión de Enrique VIII? y ¿fue posible convertir de la noche a la mañana a todo un país devotamente católico en un país ardientemente anglicano?

La respuesta a ambas preguntas es que no; ni el cisma con Roma fue una repentina ocurrencia de Enrique para dar satisfacción a sus pasiones por Ana Bolena, ni el pueblo inglés aceptó sin más convertirse a la nueva fe anglicana y dar la espalda al catolicismo.

El objetivo de esta entrada es tratar la segunda cuestión planteada, pero respecto del primer punto hay que hacer una matización: Enrique nunca se había planteado romper con Roma (de hecho, escribió en su juventud una ardiente defensa del Papa y en contra del naciente movimiento protestante liderado por Lutero), pero en Inglaterra sí existía quien llevaba tiempo rumiando una corriente de opinión similar a la luterana y vio su oportunidad de generar un cisma con Roma ante la negativa del Papa a dar satisfacción a los deseos de divorcio de Enrique. Personajes como Thomas Cranmer o Thomas Cromwell supieron dar las respuestas adecuadas en el momento oportuno para lograr que Enrique escuchara lo que quería escuchar... pero esa es otra historia.

Volviendo a nuestra pregunta sobre si los ingleses aceptaron sin más convertirse al anglicanismo, ya habíamos anticipado que no lo hicieron, ni individual ni colectivamente. En el plano individual, la negativa más significativa fue la de Tomás Moro (autor de Utopía): Moro era una especie de padre espiritual para Enrique VIII y se negó en todo momento a participar en el proceso de separación de Roma; rehusó pronunciar los juramentos de fidelidad a la nueva iglesia anglicana y por ello fue encarcelado y posteriormente ejecutado, lo que supuso un enorme trauma personal para el rey.

En lo que se refiere al plano colectivo, se produjeron diversas revueltas, en su mayoría lideradas por el pueblo llano, contra la implantación de la iglesia anglicana y contra los decretos de supresión y expropiación de los monasterios católicos. La principal de estas revueltas, que llegó a poner en peligro la propia corona de Enrique, se originó en Yorkshire y fue conocida como "The Pilgrimage of Grace" (el peregrinaje de Gracia).

El movimiento estaba liderado por un abogado de York llamado Robert Aske, estaba compuesto esencialmente por gente común y sus peticiones eran: retorno a la vieja fe católica, restablecimiento de los monasterios y anulación de la declaración de ilegitimidad de la hija de Enrique y Catalina (María Tudor).

En octubre de 1536 una multitud de 20.000 hombres al mando de Robert Aske toma la importante ciudad de York y el imponente castillo de Pontefract y dirige por escrito sus demandas al rey, al que consideran aconsejado por "personas de mala voluntad" responsables de innovaciones "contrarias a la fe de Dios".

Las fuerzas reales se dirigen a poner fin a la revuelta y parece inevitable que se produzca una batalla, cuyo resultado es incierto pues si bien los rebeldes se encuentran en superioridad numérica carecen de la preparación del ejército del rey que está dirigido por el Duque de Shrewsbury; éste, consciente de que si pierden la batalla nada se interpondrá entre los rebeldes y Londres, propone parlamentar. Aske y sus hombres, que no son militares y que dudan del resultado de la  contienda, aceptan la tregua y el inicio de conversaciones en Doncaster.

Los rebeldes, genuina e ingenuamente convencidos de que el rey había sido cegado por el mal consejo de Cranmer y Cromwell, aceptan dispersarse a cambio de que sus demandas sean planteadas ante Enrique y del perdón general a los implicados en la revuelta.

Cuando los negociadores reales rinden cuentas a Enrique, éste reacciona airadamente ante el perdón a a los que él considera traidores a su causa; no obstante, teniendo en cuenta la peliaguda situación en que se encuentra, concede un perdón general y acuerda celebrar un parlamento en York para discutir sus peticiones; incluso accede a recibir a Aske personalmente y escuchar sus quejas. En realidad sólo pretende ganar tiempo para calmar las aguas y preparar un ejército que aplaste a los rebeldes.

Aske convence al resto de sus compañeros de abandonar York y Pontefract y poner fin a la rebelión, confiando en la palabra del monarca. Pero, conseguido su objetivo de dispersar a los rebeldes y con la excusa de una nueva amenaza de revuelta en febrero de 1537, Enrique emprende una caza sin piedad contra los principales cabecillas de la misma y acaba poniendo violentamente fin a una rebelión que pudo acabar con su reinado. Aske y más de doscientos líderes de la rebelión son ejecutados y sus cuerpos dispersos por todas las ciudades del norte como advertencia al resto de ciudadanos.

El péndulo ente catolicismo y anglicanismo siguió girando de manera drástica y violenta en los reinados de las dos hijas de Enrique, María Tudor e Isabel I. Incluso ya en 1605, bajo el reinado de Jacobo Estuardo, algunos católicos ingleses plantearon una dramática forma de volver a la antigua fe, en el llamado "complot de la pólvora" al que dedicamos en su día dos entradas en el blog.

El complot de la pólvora

El complot de la pólvora (II): daños colaterales

Para quien quiera conocer más sobre los temas tratados en esta entrada les recomiendo la película de Fred Zinnemann "Un hombre para la eternidad", sobre la relación entre Enrique VIII y Tomás Moro. También la reciente serie "Los Tudor" aborda los temas tratados en este artículo. Y como obras históricas, vuelvo a recomendar "The History of England: The Tudors" de Peter Ackroyd y "The Story of Britain" de Roy Strong. También la serie de la BBC "A History of Britain" de Simon Schama es muy recomendable para los interesados en la Historia de Gran Bretaña.

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