Guillermo el León, rey de Escocia (1165-1214) y ¿vasallo de Inglaterra?


El rey de Escocia Guillermo el León jugó un importante papel en laas relaciones entre Inglaterra y Escocia, que han sido tradicionalmente complicadas. El último episodio de esta historia tuvo lugar en 2014 con el referéndum de independencia escocés que concluyó con la victoria de los partidarios de la permanencia en el Reino Unido. Otro de los momentos más conocidos (en buena parte gracias a la película Braveheart) del desencuentro entre ambos tuvo lugar con el proceso para la elección de nuevo rey escocés que se produjo tras la muerte del rey Alejandro III en 1286 (ver la entrada dedicada a la situación que su fallecimiento ocasionó).
La elección de nuevo rey contó con el arbitraje de Eduardo I de Inglaterra y en ella el nombre del rey de Escocia Guillermo el León se escuchó en repetidas ocasiones. Dos fueron los motivos por los que se le citó. El primero, porque los principales candidatos al trono eran descendientes suyos. Y el segundo, que es en el que se centra la presente entrada, porque durante su largo reinado (1165-1214) se planteó en diversas ocasiones la relación de vasallaje entre ambos reinos.
Situémonos: en la primavera de 1174. Enrique II, que afrontaba en el continente una rebelión generalizada de sus súbditos encabezada por sus propios hijos Enrique el Joven, Ricardo y Godofredo y auspiciada por sus esposa Leonor de Aquitania y el primer marido de esta, el rey de Francia Luis VII, se vio obligado a regresar a Inglaterra, donde la situación se había vuelto complicada tras una invasión de nuestro protagonista, el rey Guillermo de Escocia, que obtuvo varias victorias frente al ejército inglés en Northampton, Nottingham y Leicester.
]245px-king_henry_ii_from_npgEnrique II
La primera acción de Enrique en Inglaterra fue un teatral golpe de efecto. Consciente de la ampliamente difundida opinión según la cual los problemas que estaba atravesando eran un castigo divino por el asesinato de Thomas Becket, se dirigió directamente a Canterbury, donde como un peregrino más llegó a la tumba del mártir y, tras rezar largo rato entre lágrimas y protestas de inocencia, juró que nada tenía que ver con la muerte del arzobispo pero pidió ser absuelto de su culpa por las palabras que pronunció y que causaron su asesinato. A continuación realizó ayuno y penitencia por tres días, llegando a ser flagelado por varios de los monjes de la comunidad. Todo ello, en presencia de numerosos testigos para dejar claro que había saldado su deuda con Becket y que el santo le había perdonado por sus pecados.
Y su actuación pareció dar resultado: se encontraba todavía en Canterbury cuando le llegó noticia de que su ejército había derrotado al rey Guillermo de Escocia en Alnwick, haciendo prisionero al propio monarca. En menos de un mes el resto de barones rebeldes en Inglaterra o habían sido derrotados o se habían rendido al rey, que en agosto pudo retornar al continente. Allí, su rápido regreso tomó por sorpresa a Luis de Francia, Felipe de Flandes y Enrique el Joven, que habían invadido Normandía con la esperanza de tomar la capital, Ruán, antes de la vuelta del rey de Inglaterra. Al fracasar sus planes levantaron el sitio y Luis de Francia solicitó iniciar conversaciones de paz.
La conferencia de paz se celebró en Montlouis. Después de demostrar al mundo su fuerza frente a una formidable alianza de enemigos, Enrique II podía permitirse mostrar generosidad hacia sus hijos rebeldes, pero no hacia el monarca escocés. Enrique le forzó a firmar en diciembre de 1174 el Tratado de Falaise, por merced del cual varios castillos fueron confiscados. El monarca y los nobles escoceses fueron obligados a prestar juramento de obediencia al rey inglés y a reconocer al reino de Escocia como vasallo del de Inglaterra. Posteriormente, una vez libre, el rey de Escocia renegó de su juramento alegando que lo hizo coaccionado.
img_1876Ricardo Corazón de León

Años después, se volvió a plantear la cuestión ante el nuevo rey inglés, Ricardo Corazón de León.El monarca inglés estaba más preocupado de sus aspiraciones en Tierra Santa y de sus problemas en el continente con Felipe de Francia que de la situación en la mayor de las islas británicas. De los diez años de su reinado, solo pasó seis meses en Inglaterra, a la que solo veía como una fuente de ingresos para las cruzadas. Un cronista puso en su boca la frase «vendería Londres si encontrara un comprador». Dijera o no esas palabras, las mismas responden claramente a los pensamientos de Corazón de León. Si eso pensaba de Inglaterra, menos aún le preocupaba lo que ocurriese con Escocia. Nuevamente con la recaudación de fondos como base de su forma de actuar, se puso en contacto con Guillermo el León y acordó con él renunciar al homenaje que tanto le costó obtener a su padre a cambio de una considerable suma de dinero para financiar su cruzada.


220px-murder_of_prince_arthurJuan sin Tierra dando muerte a Arturo de Bretaña
Y el tema volvió a salir a colación con el tercer rey de Inglaterra con el que convivió, Juan sin Tierra. A Juan le habían llegado rumores de una alianza entre Francia y Escocia para atacar Inglaterra. Con la excusa de perseguir a una familia de la nobleza, los de Braose, que se habían rebelado contra él y le habían acusado de asesinar a su sobrino Arturo de Bretaña, Juan sin Tierra invadió Escocia e impuso a Guillermo el León la firma del Tratado de Norham, por el que nuevamente reconocía al rey de Inglaterra como señor feudal de Escocia; se terminaba así con la amenaza de una invasión conjunta con Francia.

Tampoco este fue el final de los problemas entre Inglaterra y Escocia... pero esa es otra historia, que ya no protagonizó Guillermo el León y a la que nos hemos referido en las entradas dedicadas a las batallas de Stirling BridgeFalkirky a los problemas entre Robert Bruce y John Comyn.

Fuente| Daniel Fernández de Lis. Los Plantagenet.

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