El infante Fernando de la Cerda y la sucesión de Alfonso X el Sabio


El nombre de la familia De la Cerda resonó con frecuencia en los relatos de la lucha por el poder en la Castilla de la Baja Edad Media y siguió ostentando un protagonismo en la política española ya bien entrada la Edad Moderna; la celebérrima princesa de Éboli se llamaba Ana de Mendoza de la Cerda y de Silva y Álvarez de Toledo.

El origen de esta poderosa familia castellana hay que buscarlo en el reinado de Alfonso X el Sabio. Un monarca que persiguió infructuosamente el sueño de ser coronado como emperador del Sacro Imperio Romano Germánico. Su madre Beatriz de Suabia era nieta del gran Federico I Barbarroja y prima de Federico II, conocido como Stupor Mundi (el enlace es al artículo sobre él en la apreciable página Tempus Fugit, que amablemente me ha autorizado a usarlo). Después de su fracasada aventura imperial, Alfonso X tuvo que hacer frente a una compleja situación sucesoria en Castilla en los últimos años de su reinado.

De su matrimonio con Violante de Aragón nacieron hasta once vástagos, seis mujeres y cinco hombres. A los efectos que aquí nos interesan sus dos primeros hijos varones fueron Fernando de la Cerda, nacido en 1255, y Sancho, nacido en 1258, que sería rey de Castilla y de León con el nombre de Sancho IV el Bravo.

Siempre me ha fascinado esa denominación de «De la Cerda» con la que se conoció al infante Fernando y después de él a sus descendientes. Según la página Blasones Hispanos, el infante Fernando nació con un mechón de pelo (cerda) en el pecho, y este fue el motivo por el que se le aplicó el sobrenombre de infante de la cerda. Posteriormente sus descendientes adoptaron este apodo como apellido familiar. Sea como fuese, Fernando era el heredero de su padre Alfonso X como primer hijo varón.

 Sin embargo, 1275 se convertiría en un annus horribilis para el monarca castellano. En la primavera de ese año viajaba a Beaucaire, donde el papa Gregorio X le cerró definitivamente las puertas al ansiado trono imperial que llevaba casi veinte años persiguiendo. Pero lo peor estaba por llegar cuando, poco después de regresar de ese viaje, le llegó la noticia de la muerte de su heredero el infante Fernando de la Cerda, acaecida en Ciudad Real en noviembre de ese año. Está enterrado en el burgalés Monasterio de las Huelgas (la imagen que encabeza la entrada pertenece a su sepulcro).

Además del lógico dolor por la pérdida de un hijo, el monarca castellano se debió ver abrumado por las complejidades sucesorias que el óbito de Fernando suponía para el reino. A pesar de contar solo con veinte años, el infante tenía dos hijos, Alfonso y Fernando, nacidos de su unión con Blanca, hermana de Felipe III de Francia. Esto hacía que los dos muchachos, a los que rápidamente se conoció como los infantes de la Cerda, contasen con poderosos valedores por sus vínculos con las familias reales aragonesa (por su abuela Violante) y francesa (por su madre Blanca).

El problema sucesorio que se avecinaba en Castilla era en parte achacable al propio Alfonso X. En el ambicioso código legal que había redactado, las famosas Partidas, había establecido que en la sucesión al trono debían ser los hijos del primogénito de la corona los que sucedieran a este en sus derechos. Sin embargo, el segundo hijo varón de Alfonso X, Sancho, era de muy distinta opinión. Para él, la tradición castellana establecía que si el primogénito de un rey fallecía en vida de este, los derechos hereditarios pasaban al siguiente hijo varón del monarca, en este caso al propio Sancho.

Para agravar aún más la situación, las dos más grandes y poderosas familias de la nobleza castellana, los Lara y los Haro tomaron cada una diferente partido; los Lara se inclinaron por los infantes de la Cerda (el infante Fernando había designado en el lecho de muerte a Juan Núñez de Lara como tutor de sus hijos), mientras que los Haro (encabezados por Lope Díaz de Haro, señor de Vizcaya) se decidieron por apoyar al intante Sancho.

En las Cortes celebradas en Segovia en 1278 Alfonso reconoció como heredero a Sancho, pero esto provocó la indignación de su esposa Violante, hermana de Pedro III de Aragón, que huyó a la corte de su hermano junto con sus nietos los infantes de la Cerda y la madre de estos, Blanca de Francia. Violante regresaría pronto a Castilla, pero los infantes permanecieron en Aragón. Desde allí recibieron el apoyo de su tío Felipe III de Francia, que amenazó con invadir Castilla. Alfonso X trató de evitar esta peligrosa situación negociando con el francés la entrega a Alfonso de la Cerda del reino de Jaén, siempre que se reconociese como vasallo de Sancho.

Todas estas componendas contaron con la oposición frontal de Sancho, que estalló en las Cortes celebradas en Sevilla en 1281. Sancho se convirtió en la cabeza de los nobles descontentos con el gobierno de Alfonso que, amparado en las Partidas, había reforzado la autoridad real mediante medidas legales y fiscales. Así las cosas, a Sancho no le resultó complicado encontrar entre la nobleza muchos partidarios para su causa.

La situación se agravó cuando Sancho convocó en 1282 una reunión en Valladolid  con el propósito de destronar a su padre. Contaba con la presencia y el apoyo de sus hermanos, de la familia Haro y de otras poderosas familias de la nobleza y el clero castellanos («juntados todos los de la tierra e todos los ricos omnes que andauan fuera»). A propuesta del propio hermano del rey, el infante don Manuel, se aprobó entregar a Sancho el gobierno, las fortalezas y rentas del reino, así como la administración de justicia, pero acordaron que Sancho no tomaría el título de rey en vida de su padre.

Alfonso reaccionó desheredando a Sancho en noviembre de 1282 y otorgando testamento en noviembre de 1283 en el que decretó que el trono pasaría a los infantes de la Cerda, Alfonso en primer lugar y, después de él, su hermano Fernando. Incluso llegó a establecer que si ambos fallecían sin descendencia, heredaría el reino Felipe III de Francia (como nieto de Blanca de Castilla , reina de Francia e hija de Alfonso VIII).

Alfonso X el Sabio murió en Sevilla el 4 de abril de 1284. Su testamento no fue respetado y su hijo Sancho fue reconocido y coronado como rey de Castilla en Toledo. Empezaba el reinado de Sancho IV el Bravo. Los infantes de la Cerda no se resignaron a esta situación... pero esa es otra historia.

Imagen| Sepulcro del infante Fernando y retrato de Sancho IV: Wikimedia commons. Estatua de Alfonso X: archivo del autor.

Fuentes| Blasones Hispanos.com 

José Fontana y Ramón Villares (Directores). Historia de España. Eduardo Manzano Moreno . Épocas medievales. Volumen II. 

Vicente Ángel Álvarez Palenzuela (Coordinador). Historia de España de la Edad Media.

Comentarios

  1. ¡Nos encanta vuestro blog! ¡Podéis echar un vistazo al nuestro si queréis!

    ResponderEliminar

Publicar un comentario

Entradas populares de este blog

¿De dónde viene la expresión «negar el pan y la sal»?

¿Jugaban los sajones al fútbol con cabezas de daneses decapitados?

Nuevo libro de Daniel Fernández de Lis: De Covadonga a Tamarón