La sucesión de Ramiro II de Aragón


En primer lugar quiero realizar una aclaración. Quien entre a leer esta entrada buscando polémicas, posicionamiento sobre problemáticas políticas actuales o argumentos en favor o en contra de alguno de esos posicionamientos, se equivoca de foro. Esta es una entrada sobre hechos ocurridos en el siglo XII y no pretende ni entrar en polémica sobre diferentes sensibilidades políticas existentes en el siglo XXI (todas ellas perfectamente respetables) ni mucho menos proyectar argumentos en favor de una u otra de esas sensibilidades.
Ramiro II el Monje era hijo de Sancho Ramírez, que fue rey de Aragón entre 1063 y 1094 y de Pamplona entre 1076 y 1094. Sancho consolidó y aumentó considerablemente el territorio aragonés, logró volver a unificar bajo una sola corona Aragón y el reino de Pamplona y tuvo tres hijos que ocuparí­an sucesivamente el trono y que serí­an decisivos en la historia de Aragón: Pedro I (1094-1104), Alfonso I el Batallador (1104-1137) y Ramiro II el Monje (1134-1137).
Después de enviudar al fallecer su primera esposa, Isabel de Urgel (de la que habí­a nacido su primogénito Pedro), Sancho Ramírez peregrinó a Roma donde convirtió al reino de Aragón en vasallo de la Santa Sede; en agradecimiento, el papa Alejandro II cedió al reino aragonés el derecho a utilizar los colores rojo y amarillo del Vaticano, lo que para muchos es el origen de los colores que figuran en las barras del escudo de Aragón. Quien quiera conocer más en detalle las diferentes teorías sobre el origen de las barras de Aragón puede escuchar este interesante podcast (como todos los suyos) del programa Historia de Aragón, que amablemente me ha permitido enlazar su programa. ( Itunes, Ivoox ).
Parece que fue a la vuelta de este viaje cuando conoció a la noble francesa Felicia de Roucy, con la que casó en el año 1070 y que le darí­a como hijos a Fernando, que murió antes que su padre, Alfonso y Ramiro.
En el año 1076 murió el rey Sancho Garcés IV de Pamplona, asesinado en Peñalén por su hermano Ramón, quien pretendí­a sucederle en el trono. Pero los navarros no aceptaron al regicida y ofrecieron la corona a Sancho Ramírez de Aragón que era nieto de Sancho III el Mayor. Ese mismo año de 1076 fue proclamado rey de Pamplona y unificó nuevamente Aragón y Navarra. El cambio del nombre de reino de Pamplona por el de reino de Navarra, se produciría posteriormente, ya bajo el reinado de Alfonso II el Casto en 1162.
Como hemos indicado, Sancho Ramírez falleció en 1094 y le sucedió en el trono su primogénito, Pedro I. Cuando este murió sin descendencia en 1104, la corona pasó a manos de su hermanastro Alfonso I el Batallador, que entre otras conquistas logró la importantísima toma de Zaragoza en 1118. El tempestuoso matrimonio de este rey aragonés con Urraca de Castilla daría para más de una entrada del blog, pero a los efectos que nos interesan en este artículo baste decir que su unión no fue bendecida con un heredero que ocupase el trono, lo que provocó un importante problema sucesorio en Aragón.
Alfonso había designado como sus herederos a las Órdenes Militares de Ultramar, lo que no fue aceptado por los aragoneses, que se dividieron. El primer nombre propuesto fue el del hermano del rey fallecido, Ramiro II, llamado El Monje por haber ostentado dicha condición durante más de cuarenta años, que fue coronado como monarca aragonés. Los navarros se opusieron a dicha designación y propusieron a su propio candidato, García Ramírez.
Las diferencias entre Navarra y Aragón y entre los propios nobles aragoneses respecto de la legitimidad de Ramiro II hicieron que este, ya de por sí reacio a abandonar su retiro monástico, se viera en grandes dificultades para gobernar el reino. La leyenda conocida como «La Campana de Huesca» cuenta cómo Ramiro convocó a sus nobles en esa ciudad anunciando que había hecho fundir una campana cuyo tañido se oiría en todo Aragón. Siempre según la leyenda, hizo pasar a los más levantiscos de entre sus súbditos uno por uno a una estancia donde les cortó la cabeza y colocó todas ellas formando un círculo en cuyo centro se encontraba, a modo de badajo, la del más rebelde de sus nobles. De este modo el tañido de la Campana de Huesca resonó, efectivamente, en todo Aragón.
Si bien el relato de la Campana de Huesca pertenece al ámbiro de la leyenda, hay un episodio histórico que se le asemeja bastante. Cuando un grupo de siete nobles rompió la tregua que Ramiro había firmado con los musulmanes, el rey tomo rápidamente cartas en un asunto que ponía en peligro las fronteras del reino (provocó que los árabes atacaran Mequinenza) y ordenó decapitar a los siete nobles. Lo cierto es que los tres años de gobierno de Ramiro II fueron extraordinariamente convulsos, como se narra en la entrada del blog dedicada a Talesa de Bearn.
La mayor preocupación del rey aragonés era dar al reino un heredero que asegurara la continuidad dinástica y de ese modo poder volver a su retiro monástico. A tal efecto, contrajo matrimonio con Inés de Poitiers La reina fue coronada en Zaragoza el 29 de septiembre de 1134 y pronto quedó embarazada. Parecía que con ello se garantizaba la tranquilidad sucesoria, y probablemente así hubiera sucedido si Inés hubiera dado a luz a un varón; pero el 29 de junio de 1136, la reina tuvo una hija a la que pusieron por nombre Petronila.
Con Ramiro firmemente decidido a abdicar y volver a la vida religiosa, la cuestión más acuciante era encontrar un marido adecuado para la que sería su sucesora, la infanta Petronila. Alfonso VII, rey de León y de Castilla, que en 1135 se había hecho coronar como Imperator Totius Hispaniae, estaba vivamente interesado en casar a la infanta aragonesa con su primogénito. Petronila llegó a viajar a Castilla, pero la nobleza aragonesa desconfiaba enormemente de una alianza con un reino con el que habían proliferado los enfrentamientos en los últimos años (Alfonso VII había ocupado Zaragoza y se proclamaba rey de Calatayud y Aragón) y el enlace no se llegó a celebrar.
Los aragoneses volvieron entonces sus ojos hacia el este y hacia la figura de Ramón Berenguer IV, conde de Barcelona. Tras las pertinentes negociaciones se firmó un contrato de esponsales en Barbastro el 11 de agosto de 1137. En ese acuerdo Ramiro II abdicaba en su hija y colocaba el reino de Aragón bajo la tutela y protección de Ramón Berenguer IV. Este, por su parte, se comprometía a respetar los compromisos asumidos por el aragonés con Alfonso VII de Castilla (que incluían la entrega de Zaragoza hasta la muerte del rey leonés) y las cesiones de tierras efectuadas a García Ramírez de Navarra.
El conde también se comprometió a no enajenar el reino, a tener con el monarca aragonés (que conservaba el señorío sobre las iglesias del reino y sobre diversos monasterios) la consideración debida como señor, padre y rey hasta su muerte, y a respetar los Fueros, libertades y costumbres de Aragón. El contrato matrimonial señalaba también que si Petronila moría sin hijos, Ramón Berenguer IV heredaría la corona.
Hecho esto, Ramiro II se retiró al monasterio de San Pedro el Viejo de Huesca, donde permaneció hasta su muerte en 1157. La que fue su esposa Inés de Poitiers, vistas las circunstancias y dado que no se le permitiría volver a contraer matrimonio, también se retiró a un convento.
Cuando Petronila alcanzó la edad de catorce años, en 1151, se celebró formalmente la ceremonia matrimonial entre ella y el conde de Barcelona, Petronila conservó el título de reina y a Ramón Berenguer IV se le confirió el de príncipe de Aragón y ambos recibieron juramento de fidelidad de los aragoneses. Del enlace nacieron dos hijos, Alfonso y Dulce, que se casaría con el rey Sancho I de Portugal.
En cuanto a Alfonso, nacido en 1157, se convirtió en rey de Aragón y conde de Barcelona a la muerte de su padre en el año 1162 y tras abdicar en él Petronila la corona de Aragón. Durante los primeros años de su reinado, el que sería conocido como Alfonso II el Casto, contó con la tutela de su madre (que murió en 1173) y del rey de Inglaterra Enrique II, el primer Plantagenet.
Imagen| Wikimedia Commons
Fuentes|Adela Rubio Calatayud. Breve historia de los reyes de Aragón
Ángel J. Martí­n Duque. Del reino de Pamplona al reino de Navarra.

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