Les Espagnols sur mer. Winchelsea (1350): cuando la armada castellana casi acabó con los Plantagenet


Eduardo III es probablemente uno de los mejores reyes que Inglaterra ha tenido en su historia. Se ganó el derecho a gobernar con apenas diecisiete años, fue el iniciador de la guerra de los Cien Años, vencedor de las cruciales batallas de Crécy y Poitiers, consiguió (no sin esfuerzo) solucionar buena parte de los problemas que sus predecesores tuvieron con los nobles y las fuerzas del Parlamento inglés y solo la enfermedad impidió que su primogénito Eduardo de Woodstock, el Príncipe Negro, continuara con éxito sus empresas en territorio francés.
Pero, aunque Eduardo III murió en 1377, hubo un episodio que estuvo a punto de costarles la vida a él y a su hijo más de un cuarto de siglo antes; concretamente el 29 de agosto de 1350. En esos años era habitual que barcos castellanos viajaran atravesando el Canal de la Mancha hasta Flandes para comerciar con la lana de las ovejas de Castilla. También era habitual que Eduardo III recibiera quejas de sus súbditos en las que se remarcaba que los bajeles castellanos solían aprovechar estos viajes para atacar a los barcos ingleses con los que se encontraban. Además, habían llegado rumores hasta el rey inglés que apuntaban a que el nuevo rey castellano, Pedro I, preparaba una invasión de Inglaterra.
Decidido a poner fin a ambas amenazas, en la indicada fecha del 29 de agosto de 1350, Eduardo III lideró en persona una flota de cincuenta barcos ingleses que abordó a un grupo de veinte bajeles castellanos frente a las costas de Winchelsea. Le acompañaban su hijo el Príncipe Negro y los condes de Lancaster, Northampton y Warwick.
Lo que siguió fue una dura y sangrienta batalla naval. Los limitados medios técnicos de la época no permitían otra táctica que el enzarzarse en un cuerpo a cuerpo con los barcos enemigos, abordarlos y luchar en la cubierta de unos y otros navíos. El barco del rey inglés fue atacado por la galera comandante de la flota castellana, que lanzó una lluvia  de flechas y de barras de metal sobre el bajel de Eduardo III que empezó a naufragar. El monarca estuvo a punto de fallecer ahogado y tuvo que abordar el navío castellano para evitar ser derrotado.
El barco del Príncipe Negro también sufrió el ataque castellano y el heredero tuvo que ser rescatado por el conde de Lancaster. Otro de los bajeles ingleses, en el que viajaba la mayoría del séquito del monarca, fue atacado por los castellanos y solo la presencia de ánimo de uno de sus ocupantes, que cortó la cuerda que unía a ambos navíos, evitó que una importante cantidad de nobles ingleses fuera hecha prisionera por los españoles.
Si hay una batalla en la que el término de victoria pírrica resulta perfecto para describir lo acontecido, esa es sin duda la batalla naval de Winchelsea. Los ingleses terminaron siendo los vencedores (capturaron buena parte de los barcos castellanos, destruyeron el resto y terminaron lanzado al mar a cientos de marinos castellanos que terminaron ahogándose), pero el coste pudo ser enorme. Si Eduardo III y su hijo mayor no hubieran sido salvados del naufragio de sus naves, como ocurrió a otros barcos ingleses, el caos que se hubiera producido en el reino británico por el vacío de poder hubiera sido enorme.
La batalla de Winchelsea pasó a la Historia con el nombre en francés de Les Espagnols sur mer, en reconocimiento al bravo comportamiento de los miembros de la flota castellana que, en clara inferioridad numérica, fueron capaces de poner en tan serios aprietos a la flor y nata de la aristocracia inglesa.
Curiosamente, Eduardo III de Inglaterra y Pedro I de Castilla terminaron siendo aliados en la guerra civil por el trono castellano que este mantuvo con su hermanastro Enrique de Trastámara y dos hijos del rey inglés se casaron con dos hijas del rey castellano... pero esa es otra historia. Parte de ella contada ya en el blog en las entradas dedicadas a Catalina de Lancaster e Isabel de Castilla.
Fuente| Dan Jones. The Plantagenets, the kings who made England.

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