La batalla de Falkirk: Eduardo I, la derrota de William Wallace y el falso mito de la traición de Robert Bruce
Eduardo I de Inglaterra en la película Braveheart
William Wallace, un oscuro noble escocés de segunda fila, había hecho fortuna tras derrotar al ejército inglés en la batalla de Stirling Bridge en 1297. Como consecuencia de ello se le había nombrado Guardián de Escocia.
Después de su victoria contra los ingleses en Stirling Bridge, las tropas lideradas por William Wallace recuperaron todas las posesiones que los ingleses habían conquistado en Escocia. No sólo eso, también sembraron el temor en Cumbria y en Northumbria aprovechando que no había un ejército inglés que se les opusiera. Hasta que lo hubo. Tardó, pero lo hubo. Y era enorme: 26.000 soldados de infantería y 3.000 caballeros.
El ejército inglés buscaba a Sir William Wallace, nombrado único Guardián de Escocia tras la muerte de Andrew Murray como consecuencia de las heridas sufridas en Stirling Bridge. Pero les costó encontrar al ejército escocés. Ello causó un curioso problema en sus tropas. Necesitaban suministros de comida, que debían llegar por barco, pero no lo hacían. Y cuando por fin llegó un barco, resultó que lo único que transportaba era vino. Las riñas de borrachos que provocó se transformaron en disputas entre los soldados ingleses y los galeses, que amenazaron con abandonarlos y sumarse a las fuerzas escocesas. El rey inglés Eduardo I, encargado de enfrentar a Wallace, respondió al desafió de los galeses diciendo: “¿A quién le importa si nuestros enemigos se alían unos con otros? Les derrotaremos a todos en una sola jornada”.
Finalmente el 21 de julio llegaron noticias a los ingleses de que el ejército escocés se encontraba a tan sólo veinte millas de ellos, en la localidad de Falkirk. Los escoceses pensaban, no sin razón, que los problemas de suministros del ejército inglés le llevarían a retirarse y planeaban emboscar a los ingleses en su retirada. Pero cuando se dieron cuenta de que Eduardo conocía sus intenciones cambiaron de táctica. Wallace, consciente de su inferioridad numérica, situó a sus tropas en lo alto de una colina a cuyos pies corría un riachuelo y las emplazó en cuatro grandes círculos (denominado schiltroms) que con las lanzas hacia afuera, tienen la intención de detener una carga de caballería. Dentro de esos círculos se encontraban sus arqueros. Y más arriba de la colina estaba la caballería escocesa, es decir los que tenían suficiente poder económico para permitirse tener un caballo; la nobleza, para entendernos.
Cuando los ingleses llegaron a Falkirk y vieron la posición ocupada por los escoceses, Eduardo torció el gesto. La última vez que intentó cargar colina arriba contra un ejército fue en la batalla de Lewes, donde él y su padre fueron derrotados por Simon de Montfort y tras la cual pasó dos años preso. Pero en Lewes Eduardo era un crío de quince años; ahora era un hombre de sesenta, con más experiencia guerrera que nadie en Europa y con un ejército claramente superior en número. A pesar de ello, su primera intención fue la de acampar y descansar, porque la noche anterior había sido dura para su ejército que permaneció en vela ante un posible ataque por sorpresa de los escoceses. Pero sus barones le convencieron de la necesidad de atacar inmediatamente.
Inicialmente, la corriente de agua que corría a los pies de la colina donde Wallace y sus schiltroms se encontraban fue un problema para el ejército inglés, pues era bastante más pantanosa de lo que parecía. La primera línea de ataque de la caballería inglesa no pudo atacar a los escoceses de frente y se vio obligada a desviarse hacia la izquierda; pero cuando la segunda línea tuvo el mismo problema y se desvió a la derecha, el ataque frontal se convirtió en un ataque por dos frentes que hizo que una imparable pinza masacrara a los infantes y a los arqueros escoceses.
En ese momento aconteció el hecho que sigue ocasionando discrepancias hoy. La fuerza de caballería escocesa, es decir sus nobles, en vez de acudir a apoyar a su infantería, huyó y abandonó el campo de batalla. Los partidarios de Wallace consideran que los barones escoceses, molestos porque el cargo de Guardián de Escocia se hubiera concedido a un plebeyo como él recién nombrado Sir, traicionaron a su país y llegaron a un acuerdo con Eduardo I de Inglaterra para deshacerse de él en Falkirk.
Sin embargo, según entre otros el autor de la obra que ha servido de fuente para esta entrada, no había ningún pacto en Falkirk entre Eduardo I y los barones escoceses. La batalla de Falkirk estaba perdida para los escoceses; nada que los nobles de Escocia a caballo hubiesen hecho conseguiría dar la vuelta a su resultado. Si hubiesen cargado, lo único que hubiesen logrado hubiese sido que el número de muertos escoceses fuese mucho mayor del que fue. Abandonando el campo de batalla, en cambio, consiguieron obligar a los ingleses a una larga y costosa campaña de persecución de cada uno de ellos. Un soldado no capturado en una batalla perdida es un soldado que puede volver a luchar en otra batalla.
Además, si la retirada de los nobles escoceses hubiese sido pactada con Eduardo para eliminar a Wallace, el primer objetivo inglés hubiera sido capturar a éste, pero lo primero que hizo el rey inglés fue tratar (infructuosamente) de capturar a Robert Bruce. Algo absurdo si hubiese sido su aliado.
Por cierto, Sir William Wallace también terminó huyendo del campo de batalla de Falkirk; y también lo hizo a lomos de un caballo.
Fuente| Marc Morris: Edward I, a great and terrible king.
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