Jonathan Edwards, el saltador de triple con aspecto de funcionario

Jonathan Edwards en acción

Aunque últimamente lo tenía un poco abandonado, uno de los temas que forman parte de este blog son las historias del deporte, y más concretamente del atletismo. Por aquí han pasado Dick Fosbury, Lasse Viren y Gail Devers.

En los últimos tiempos nos hemos acostumbrado a ver a corredores y saltadores que desarrollan una musculatura descomunal en busca de esa centésima de segundo o esos centímetros que les hagan ser más rápidos o llegar más lejos o más alto. Esto acaba produciendo escándalos de dopaje que en los últimos tiempos han salpicado por ejemplo a la velocidad jamaicana o al medio fondo y fondo keniata. Solo podemos esperar que no afecten a los más significados atletas de ambos países, el descomunal velocista Usain Bolt y el fantástico y elegante ochocentista David Rudisha.

En estos tiempos, decía, se agradece encontrarse con atletas de élite cuyo aspecto físico no augura las grandes prestaciones que ofrecen, como el saltador de altura sueco Stefan Holm o nuestro protagonista de hoy. Si en el metro se te sienta al lado Jonathan Edwards piensas que es un funcionario más que se dirige a su trabajo en el ministerio de turno, y no te imaginas que se trata de un tipo capaz de salvar en solo tres saltos la distancia equivalente a dos vagones de ese metro en el que viajas.

Jonathan Edwards nació en Londres en 1966 y pronto se vio que la naturaleza le había dotado de dos de las condiciones necesarias para destacar en el triple salto: la velocidad y la potencia. Edwards trabajó a fondo en ambos aspectos y en el tercer elemento necesario para triunfar en la especialidad y que no te brinda la naturaleza: la complicada técnica precisa para alcanzar con regularidad los diecisiete metros de distancia y ser capaz de llegar a volar más allá de los dieciocho metros.

El aspecto de Edwards resultaba inusual para un saltador de élite, a lo que contribuía un prematuro encanecimiento de su cabello que le hacía aparentar más edad de la que tenía. Todo ello le granjeó la simpatía del público, cariño que se vio aumentado por sus sensacionales prestaciones en la pista.

El brillante palmarés de Edwards incluye un título de campeón olímpico en Sidney 2000 y una plata en Atlanta 1996, además de dos oros, una plata y dos bronces en Campeonatos del Mundo, un oro y un bronce en Campeonatos de Europa y un oro y una plata en mundiales y europeos en pista cubierta. Su historial podía incluso ser más brillante si no fuese por sus creencias religiosas que le impedían competir en domingo y que le privaron de alguna posibilidad de medalla más.

Pero quizás su logro más importante fue el récord del mundo de su especialidad que consiguió en Goteborg en 1995 con un salto de 18,29 metros. Precisamente, para cerrar esta entrada incluimos un enlace al video que recoge el excepcional salto que valió a Edwards un título y un récord del mundo; la calidad del video no es muy buena pero permite disfrutar del increíble salto de nuestro protagonista: Jonathan Edwards-Goteborg 1995

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